domingo, 3 de enero de 2016

MEDITACIÓN III (3 DE ENERO)

MEDITACIÓN III
(3 DE ENERO)
Sobre la observancia de la Ley de Dios



Punto 1°.- El que ama a Dios observa la ley de Dios con fidelidad; está atento de agradarle y teme siempre ofenderle. El verdadero amor produce infaliblemente la conformidad de los sentimientos y de las voluntades, así es que no tiene ya otra voluntad sino la de Dios; todo lo que Dios reprueba él lo condena; todo lo que manda lo abraza con sumisión y aún lo busca con solicitud. Cuando Dios habla no sabe más que obedecer; a la voz de éste supremo Señor su amor propio se calla, sus pasiones permanecen en silencio y las inclinaciones más queridas a la naturaleza se miran como nada.

Punto 2°.- La observa con facilidad. La ley de Dios parece muchas veces dura y severa a la naturaleza, porque la contiene siempre en sus límites del deber; no tolera la menor debilidad; no favorece ningún afecto desarreglado; sino que sujeta a mil restricciones y exige a veces grandes sacrificios. Mas nada es costoso a un alma vivamente penetrada del amor de su Dios; los sacrificios le agradan; las penas y la sujeción llegan a serle agradables, y no cree poder dar a Dios demasiadas pruebas de su amor. El justo observa sin esfuerzo y sin repugnancia unas leyes que el Amor a grabado en su corazón.

AFECTOS Y SUPLICAS

¿Podré reconocerme en éste retrato? ¿Podré creer que os amo? ¡oh Dios mío! Cuando siento tanta repugnancia en obedecer, y mezclo tanta reserva y tantas infidelidades voluntarias en mi obediencia.  Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento


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