MEDITACIÓN
XV
(15 DE ENERO)
Sobre las murmuraciones.
Punto 1°.- Murmurar de las aflicciones que Dios nos
envía es atacar su providencia; porque Él es quien las quiere y quien las ordena;
y así, el murmurar y quejarse de ellas es levantarse contra Dios y revelarse
contra sus órdenes. Además, al contradecir así las voluntades de Dios se cae
necesariamente en contradicción consigo mismo, porque después de haberle dicho
en la oración: Señor hágase tu voluntad
así en la tierra como en el cielo, se murmura en seguida de que esta
voluntad se haya cumplido. Someterse uno en apariencia cuando pronuncia estas
palabras, y, se retracta, se revoca, se desmiente este acto de sumisión cuando
se murmura.
Punto 2°.- Murmurar de las aflicciones que nos vienen
de parte de los hombres es desconocer la Omnipotencia de Dios. Es verdad
que no es Dios quien ordena los efectos de la malicia o de la malignidad de los
hombres, porque no es ni puede ser el autor del pecado; mas los permite, y si
no los permitiese no estaría en el poder de los hombres el ofenderos. No es
pues Dios quien inspira a ese enemigo la
voluntad que tiene de perjudicaros, mas Dios es quien le da el poder de
hacerlo; Dios es quien armándolo de este funesto poder permite que lo ejerza
contra vos. Cuando un hombre os hiere, dice san Agustín, debéis
pensar que la mano del señor está siempre oculta bajo la del hombre, la una
obra, y la otra permite, la una da el golpe y la otra la deja caer. No os
detengáis pues en la primera, reconoced, sí, el poder superior de la otra y
someteos siempre: Prorsus ad Deum tuum
refer flagellum tuum: Atribuid a Dios
vuestro trabajo y azote.
AFECTOS Y
SUPLICAS
Señor yo
quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el
tiempo que vos lo queréis.
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