MEDITACIÓN
XIV
(14 DE ENERO)
Sobre la impaciencia.
Punto1°.- La impaciencia es perniciosa, 1° por las
faltas que nos hace cometer. No se trata aquí de esos primeros movimientos
que la viveza de la sangre nos hace sentir a pesar nuestro, pues estos son
restos desgraciados del pecado de nuestro origen que no podemos destruir y que
estamos obligados a combatir y a reprimir; tratase
de esa impaciencia libre y consentida que turba la serenidad de nuestra alma y
que produce palabras duras, amenazas, arrebatos, y algunas veces juramentos y
blasfemias. Considerad la multitud innumerable de faltas contra la caridad
y contra la humildad que os hace cometer todos los días un vicio que parece ligero, al cual se entrega uno sin remordimiento, del
cual se confiesa sin dolor y quedaréis espantado.
Punto 2°.- Por las ventajas
que nos hace perder. No siempre está
vinculada la salvación a grandes sacrificios, pues las ocasiones de estos son
raras: depende sí, de nuestra fidelidad en cumplir nuestros deberes, en sufrir
con paciencia, y si es posible, con alegría, las contrariedades y las penas
diarias que se encuentran en todos los estados, las faltas y negligencias de
aquellos que nos sirven, la lentitud y
los retardos de aquellos que afligen la naturaleza en lo que desea con más
ardor. He aquí lo que debe llenar ese tesoro de méritos que Jesucristo nos
exhorta a reunir para la eternidad, y he aquí lo que la impaciencia nos hace
perder.
AFECTOS Y
SUPLICAS.
Señor,
enséñame una vez más a entender que las respuestas instantáneas no siempre son
los caminos del cielo para hacer las cosas. Ayúdame a aprender a ser paciente,
y no impetuoso ante la adversidad, a serenarme y pensar con claridad.
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