jueves, 31 de marzo de 2016

MEDITACIÓN XCII (1° DE ABRIL)

MEDITACIÓN XCII
(1° DE ABRIL)

Sobre el respeto humano



Punto 1°.- El respeto humano es una debilidad incomprensible. Si se trata de practicar la virtud, el respeto humano os detiene. ¿Qué van a decir, qué van a pensar de mí en el mundo? Mas ¿cuál es este mundo cuyas miradas y discursos tanto teméis? Una reunión de gentes que no pueden conocerse sin despreciarlas, y que no se debe temer si se las conoce. Y no obstante, al juicio frívolo e inconsiderado de esta multitud, sacrificáis la salvación de vuestra alma, mientras que tenéis que oponer a sus vanos discursos, vuestra razón, vuestra religión, vuestra conciencia y vuestro Dios.   


Punto 2°.- Si se trata de satisfacer las pasiones, se desafía al respeto humano. Si se nos dice que la fama de nuestros desordenes admira, escandaliza y repugna aún a las personas menos razonables, no nos inquietamos por ello; ¿Qué derecho tienen esas gentes, decimos, para criticar mi conducta? ¿Estoy acaso obligado a darles cuenta de mis acciones? ¿Mi reputación y mi gloria dependen de sus discursos? Así es como el respeto humano hace caer al pecador en contradicción consigo mismo; de este modo somos, por una parte, débiles y tímidos para el bien, y por otra, atrevidos, intrépidos y magnánimos para el mal: Usque adeo in vito magnanimi sumus (continuamente expuestos deseamos aparecer magnánimos).    

Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

miércoles, 30 de marzo de 2016

MEDITACIÓN XCI (31 DE MARZO)

MEDITACIÓN XCI
(31 DE MARZO)

Sobre las faltas que se reprochan en el mundo a los que hacen profesión de piedad.



Punto 1°.- Estos reproches no siempre son injustos: porque es raro que los mundanos se atrevan a desacreditar la piedad cuando la creen sólida, sincera y verdadera. ¿Pues cuando es cuando hablan con desprecio de la piedad? Cuando ven a los que hacen profesión de ella, 1°. Amar la virtud por humor, en lugar de aplicar su virtud a vencer y corregir su humor; 2°. Amar el retiro por un gusto de pereza y de ociosidad, no para buscar a Dios, sino para evitar el mundo, y para sustraerse a sus deberes; 3°. Llevar la devoción hasta la superstición; sin examinar los límites de la una y de la otra; pintar con la devoción singularidades, afectaciones, caprichos e inconstancias reprensibles


Punto 2°.- Deben despreciarse los reproches de los mundanos cuando son injustos, y aprovecharse de ellos cuando no lo son. Si el mundo critica injustamente vuestra piedad, si sólo os atribuye faltas imaginarias, debéis decir como san Pablo: Yo cuento por nada todos los juicios del mundo, porque Dios será mi juez. Mas si estos reproches están fundados por faltas verdaderas, no os consideréis ya como un cristiano perseguido por la justicia, y pensad sólo en reformar la impresión de vuestra justicia, que es el único objeto de su censura.   

Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

martes, 29 de marzo de 2016

MEDITACIÓN XC (30 DE MARZO)

MEDITACIÓN XC
(30 DE MARZO) 

Sobre la piedad exterior de un hombre del mundo



Punto 1°.- Esta piedad debe estar arreglada por los deberes de un estado, en primer lugar, respecto de sus acciones. Si vivís en el mundo vuestra piedad interior puede ser la misma que la de los solitarios más retirados de él. Amad a Dios con el mismo ardor, tened los mismos deseos de poseerle, de servirle y de agradarle, el mismo celo por su gloria, la misma sumisión a su voluntad: vuestro estado os lo permite, porque todo lo que permanece encerrado en vuestra alma no puede causar nunca turbación ni alteración de vuestros deberes. Mas vuestra piedad exterior no puede ya ser la misma, porque esta debe siempre estar arreglada por los deberes de vuestro estado, de donde se sigue, que si este estado exige de vos más trabajo que oración, debéis consagrar más tiempo al uno que a la otra


Punto 2°.- Respecto de sus discursos. Un cristiano que vive en el mundo no debe erigirse en predicador ni en profeta, sobre todo, con aquellos cuya conducta particular no está sometida a sus órdenes. Los discursos de un hombre virtuoso no hacen ningún efecto tan luego como sale de su estado, su piedad misma se desacredita cuando llega a hacerse crítica, pues sólo debe ser ejemplar. No te conviene regularmente censurar los vicios de los hombres, y trabajar en curarlos más que por la impresión dulce y eficaz de tus ejemplos. Un espejo no tiene vos para advertir a los que le miran, de los defectos de su rostro, y no por eso deja de hacerlos avergonzarse de ellos sin poder reprochárselos.  

 Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

lunes, 28 de marzo de 2016

MEDITACIÓN LXXXIX (29 DE MARZO)

MEDITACIÓN LXXXIX
(29 DE MARZO)

Sobre la piedad exterior.



Punto 1°.- La piedad interior no basta, si no está acompañada de la exterior. Sería conocer mal espíritu de la religión el ver las prácticas exteriores de la piedad como inútiles y sería avergonzarse del Evangelio el omitirlas por respeto humano: Creemos en el corazón para ser justificados, dice san Pablo, y para ser salvos confesamos con la boca. Lo que el apóstol dice en este lugar de la fe, se aplica igualmente a las demás virtudes. Las tenemos en el corazón para ser justificados, y las manifestamos en el exterior por nuestra conducta y nuestras acciones para ser salvos.  


Punto 2°.- La piedad exterior no basta si no es santificada por la interior, porque toda acción exterior separada del sentimiento interior, es un cuerpo sin alma, un hombre que suena, una campana vacía y que retiñe. No: no hay oración donde no hay corazón que ore; no hay adoración donde no hay corazón que adore. Tan luego como quitáis este sentimiento interior, este deseo sincero de agradar a Dios, que debe santificar todas las acciones de un cristiano, no se obra ya sino por costumbre, por hábito, por bien aparecer, por vanidad, por respeto humano, o por un espíritu de superstición y de debilidad.    

Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

domingo, 27 de marzo de 2016

MEDITACIÓN LXXXVIII (28 DE MARZO)

MEDITACIÓN LXXXVIII
(28 DE MARZO)  

Sobre la vigilancia cristiana.



Punto 1°.- Necesidad de esta vigilancia. Jesucristo nos ha hecho un precepto de ella. A todos digo, sin excepción, velad sin cesar sobre vosotros mismos, Omnibus dico, vigilate. Este precepto está fundado principalmente sobre la grandeza y la multitud de nuestras obligaciones, pues la ley de Dios nos regla solamente nuestras acciones, sino hasta los pensamientos de nuestro espíritu, y los movimientos de nuestro corazón; sujeta el cuerpo y el alma al orden que nos prescribe, y exige una obediencia entera y perfecta. ¿Pues qué vigilancia no necesitaréis para hacer frente a tantos deberes cuyo detalle es inmenso, con una virtud que puede desmentirse a cada instante?  


Punto 2°.- Práctica de esta vigilancia. Un cristiano fiel examina sin cesar con atención lo que debe a Dios, al prójimo y a sí mismo. Considera la naturaleza los peligros y de las tentaciones del mundo: para ver si está obligado a huirlas o a exponerse a ellas, mide sus fuerzas; pide al Señor que las aumente y le sostenga por su gracia; y teniendo en consideración sus obligaciones, los deberes y las exigencias de su estado, tiene siempre la ley de Dios delante de sus ojos para no desear, decir ni hacer nada de lo que ella le prohíbe, o para cumplir todo lo que le manda. En la reunión de todas estas diferentes observancias, maduramente pesados, es en lo que consiste la práctica de la vigilancia cristiana.   

Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

sábado, 26 de marzo de 2016

MEDITACIÓN LXXXVII (27 DE MARZO)

MEDITACIÓN LXXXVII
(27 DE MARZO)  

Sobre la conciencia timorata comparada con la conciencia escrupulosa.  



Punto 1°.- La conciencia timorata consiste en un justo temor de ofender a Dios. Este temor es razonable puesto que la mayor desgracia que puede suceder a un hombre es incurrir en la desgracia de Dios; y es un temor necesario, pues es un freno que Dios nos da para retenernos en el deber. Y así, todo cristiano está obligado a tener una conciencia timorata, sin la cual se abandonará sin freno a la vanidad de sus deseos: y aún no basta, para ser un verdadero cristiano, el tener una conciencia timorata respecto de los pecados graves, sino que es necesario que tenga una conciencia delicada, es decir, una conciencia que se espante de los pecados más leves, que los evite en cuanto sea posible, y que se los reproche en cuanto ha tenido la desgracia de caer en ellos.   


Punto 2°.- La conciencia escrupulosa es la que se inquieta con exceso. Algunas veces se la confunde con la conciencia delicada: mas aquella va más lejos, y los mundanos afectan, sin razón, el tratar de almas débiles y escrupulosas a las que parecen viva y continuamente penetradas del temor de ofender a Dios; pero se engañan, puesto que ése temor, es por el contrario; el colmo de la sabiduría y sólo es vituperable cuando es llevado a un exceso de inquietud y de pusilanimidad injuriosa a la justicia y a la bondad del soberano Maestro. 


Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.