sábado, 16 de enero de 2016

MEDITACIÓN XVII (17 DE ENERO)

MEDITACIÓN XVII
(17 DE ENERO)

Sobre la adulación



Punto 1°.- Un cristiano no debe nunca adular a nadie: porque la adulación supone un deseo interesado de agradar a expensas de la Verdad y ¿Qué cosa hay más contraria al espíritu del cristianismo que un designio semejante? Un verdadero cristiano procura siempre agradar a su Dios que es la Verdad misma y mejor querría desagradar a los hombres que ofenderle; si evita el decirles algunas verdades duras cuando está obligado a considerar su delicadeza, evita aún con más cuidado el fomentar su orgullo y su amor propio aprobando sus errores con mentirosas lisonjas. 

Punto 2°.- Un cristiano no quiere ser adulado; sino más bien procura conocer sus faltas para corregirse de ellas. Teme a los aduladores como a los enemigos más peligrosos de la virtud, y prefiere los reproches útiles de un censor áspero y severo que no dispensa nada, a los discursos insidiosos de un adulador que aplaude todo. Sabe que su amor propio es ya demasiado hábil para seducirle, sin que los hombres complacientes y artificiosos vengan también con unas alabanzas preparadas con arte a prestar nuevos colores a sus ilusiones, no pretende establecer su mérito sobre varios aplausos; desdeña y desprecia toda la gloria humana y no es sensible mas que a la de Dios. 

AFECTOS Y SUPLICAS  


Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

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