viernes, 12 de octubre de 2012

LA REVOLUCIÓN (10)



Por Mons de Segur

X. LA PRENSA  LA REVOLUCIÓN 

La prensa, en sí misma, ni es buena, ni mala. Es una poderosa invención, que tanto puede servir para el bien como para el mal: todo depende del uso que se hace de ella

Preciso es, sin embargo, confesar que a consecuencia del pecado original, la prensa ha servido mucho mas para el mal que para el bien, y que se abusa de ella en proporciones formidables

En nuestro siglo, la prensa es la gran palanca de la Revolución. 

Para no hablar mas que del periodismo, que es el estado de la prensa mas activo y mas influyente, nadie podrá negar que los periódicos son el peligro mayor para los tronos y los altares. Sin salir de Francia, sobre quinientos cincuenta periódicos, puede que no haya treinta que sean verdaderamente cristianos. Por ochenta o cien mil lectores de papeles públicos que respeten la fe, la Iglesia, el poder, los principios, hay cinco o seis millones de hombres que beben sin cesar el veneno destructor que les ofrecen en abundancia los periódicos impíos.  

Perdóneseme esta comparación: la prensa es en manos de la Revolución un gran aparato para formar los hombres a su gusto

Cuando se quiere enseñar a un canario un canto cualquiera, se le repite este canto diez y veinte veces al día con un organillo ad hoc. Los jefes del partido revolucionario, para formar lo que dicen la opinión pública, para introducir en las cabezas sus fatales ideas, recurren a la prensa; cada día dan vueltas a la llave del orgullo, cada día repiten en sus periódicos el aire que quieren enseñar al público, pronto este lo canta como los dichos canarios. Ahí tenéis la opinión pública. 

Para la Iglesia, que no quiere aprender este aire, se emplea otro medio. La Revolución procura adormecerla. Pretende, como todos saben, que la Iglesia católica ya no está a la altura del siglo. Con una bondad hipócrita finge querer armonizarla con las ideas modernas; pero en realidad quiere matarla. Se acerca, pues, a la Iglesia y le presenta su pérfido aparato, la prensa; le dice palabras dulces y hermosas le hace declaraciones piadosas, y procura adormecer los guardianes de la fe. La Iglesia desconfía; el Papa y los Obispos rehúsan tales lecciones. Entonces la Revolución arroja la máscara, trasforma su aparato en máquina de guerra, y ataca de frente aquella enemiga que no ha podido adoctrinar ni ahogar

Y lo que digo del periodismo en Francia, debe decirse, quizá con mas razón, de Inglaterra, Bélgica, Rusia, Alemania, Suiza, y sobretodo el Piemonte y de la pobre Italia. Cerca de mil quinientos periódicos son los que diariamente ven la luz del día en Europa; de este número, ¿cuántos hay que sean amigos verdaderos de la Iglesia?  

Se comprende fácilmente que no puede ser de otro modo, si se penetra un poco en los misterios de la redacción de los periódicos. Salvo algunas excepciones honrosas, y por desgracia harto raras, los periodistas de profesión ejercen un verdadero comercio, en detrimento del público. No tienen ni convicciones religiosas ni políticas; su conciencia está en su tintero, y venden la tinta al que más la paga. Según el interés de su bolsillo, harto vacío regularmente por mala conducta, pleitean con noble ardor por el pro y por el contra, riéndose de sus crédulos lectores

Halagan al espíritu de oposición para aumentar el número de sus abonados, y los periódicos mas malos y mas insulsos son a veces los que dan mejores resultados a sus redactores. ¡Y estos son los maestros de la sociedad! ¡En qué manos ha venido a parar la conciencia pública! A impulso de las sociedades secretas, el periodismo revolucionario hace guerra con todas sus plumas a la Iglesia, y hará perder la fe en Europa, si Dios, en su misericordia, no se apresura a desbaratar esta conspiración vasta e infernal.  


lunes, 1 de octubre de 2012

LA REVOLUCIÓN (9)


Por Mons de Segur

IX. CÓMO LA REVOLUCIÓN, PARA HACERSE ACEPTAR, SE ESCONDE BAJO LOS NOMBRES MAS SAGRADOS 

Si la Revolución se mostrase tal cual es, espantaría a todas las gentes honradas; por esto se oculta bajo nombres respetables, como el lobo bajo la piel de oveja

Aprovechando el respeto religioso que la Iglesia imprime hace diez y ocho siglos* a las ideas de libertad, de progreso, de ley, de autoridad y civilización, la Revolución se adorna con todos estos nombres venerados, y seduce de este modo una multitud de espíritus sinceros. Si se le escucha, no parece sino la felicidad de los pueblos, la destrucción de los abusos, la abolición de la, miseria, promete a todos el bienestar, la prosperidad, y no sé qué edad de oro, desconocida hasta hoy. 

No creáis en sus palabras. Su padre, la antigua serpiente del paraíso terrenal, ya decía lo mismo a la pobre Eva: “No temas, escúchame, y seréis como dioses.” Ya sabéis en qué especie de dioses nos hemos trasformado. Los pueblos que escuchan la Revolución, se ven pronto castigados por aquello mismo porque pecan; si las ciudades se embellecen, si los ferrocarriles se multiplican (lo que no es, digámoslo bien alto, la obra de le Revolución, sino el simple resultado de un progreso natural), la miseria publica aumenta por todas partes, la alegría se va, todo se materializa, los impuestos se aumentan de un modo enorme, todas las libertades desaparecen; en nombre de la libertad, se va retrocediendo poco a poco hacia la esclavitud brutal de los paganos; en nombre de la civilización, se va perdiendo todo el fruto de las conquistas del cristianismo sobre la barbarie; en nombre de la ley, una autoridad sin freno y que nadie contiene, nos impone todos sus caprichos: ahí tenéis el progreso

Por otra parte, ¿cómo podría salir el bien del mal? Y ¿cómo sería capaz de edificar cosa alguna el principio de destrucción? 

Nuestro principio, ha dicho un revolucionario atrevido, es la negación de todo dogma; la incógnita que buscamos, la nada. Negar, negar siempre, ahí está nuestro método, que nos ha conducido a poner como principios; en religión, el ateísmo; en política la anarquía; en economía política, la no propiedad (Proudhon).” 

¡Desconfiemos, pues, de la Revolución, desconfiemos de Satanás, ocúltese bajo el nombre que quiera! ¡Pobres ovejas! ¿Cuándo escuchareis la voz del buen pastor que os quiere defender de los dientes del lobo y que quiere arrancar a la bestia malvada el vellón suave, bajo cuya mentida cubierta penetra hasta lo más interior del aprisco? 

* Esto fue escrito hace 150 años.

sábado, 29 de septiembre de 2012

LA REVOLUCIÓN (8)


Por Mons deSegur

VIII. SI ES UNA QUIMERA LA CONSPIRACIÓN ANTICRISTIANA DE LA REVOLUCIÓN

La Revolución, preparada por el paganismo del Renacimiento, por el protestantismo y el volterianismo, nació (oficialmente) en Francia, como hemos dicho, a últimos del siglo pasado*. Las sociedades secretas; ya poderosas entonces, presidieron a su nacimiento. Mirabeau, y casi todos los hombres de 89, Danton y Robespierrre; y con ellos los demás malvados de 93, pertenecían a estas sociedades. Hace cuarenta años que el centro revolucionario ha cambiado de asiento. Ahora se ha trasladado a Italia, y desde ahí es que la Venta Suprema o Consejo Superior dirige con prudencia serpentino el gran movimiento, la gran rebelión en la Europa entera. Sus tiros van a Europa, por ser esta hoy quien dirige el mundo.

La Providencia ha permitido que en estos últimos tiempos cayese en manos de la policía romana algunos documentos auténticos de la conspiración revolucionaria. Estos se publicaron, y daremos algunos extractos de ellos Habemus confitetem reum.

La Revolución nos dirá, ella misma, por medio de sus jefes reconocidos: 1º Que tiene un plan de ataque general y organizado. 2º Que para reinar, quiere corromper, y corromper sistemáticamente. 3º Que aplica principalmente esta corrupción a la juventud y al clero. 4º Que sus armas reconocidas son la calumnia y la mentira. 5º Que la francmasonería es un noviciado preparatorio. 6° Que busca los mismos príncipes para afiliárselos, al mismo tiempo que los quiere destruir. 7º En fin, que el protestantismo le es un precioso auxiliar. Inútil creo añadir que los documentos que voy a citar son del todo auténticos. Los originales se encuentran en Roma, y el que quiera, puede recurrir a ellos.

El plan general. Este plan es universal; la Revolución quiere minar en la Europa entera toda jerarquía religiosa y política: “Nosotros formamos una asociación de hermanos en todos los puntos de la tierra, tenemos deseos é intereses comunes, nosotros vamos a libertar la humanidad, y queremos romper toda clase de yugo. Para nosotros mismos, veteranos de las asociaciones secretas, es un enigma la asociación (Carta del corresponsal de Londres)”. “EI éxito de nuestra empresa depende del más profundo misterio, y en las Ventas debemos encontrar el iniciado, como el cristiano de la Imitación, siempre pronto a permanecer desconocido y a no ser contado para nada [Carta escrita desde Roma por un jefe de la Venta Suprema al corresponsal de Alemania (Nubins à Volpe.) Uno de estos estaba agregado al despacho del príncipe Metternich].” “Para dar a nuestro plan toda la extensión que conviene, debemos obrar en silencio, a la sordina, ganar terreno poco a poco, y nunca perder [El corresponsal de Ancona a la Venta Suprema].”

No es una conspiración ordinaria, una revolución como otras tantas, no; es la Revolución, es decir, la desorganización fundamental, que solamente puede llevarse a cabo por grados y después de largos y constantes esfuerzos. “El trabajo que vamos a emprender no es obra de un día, ni de un mes, ni de un año. Puede durar muchos años, un siglo quizá; pero en nuestras filas, muere el soldado y la lucha sigue [Instrucción secreta y general de la Venta Suprema].”

La Italia por Roma, Roma por el Papado, ahí está el punto de mira de lo conspiración sacrílega. "Desde que estamos organizados como cuerpo activo, y que empieza a reinar el orden en el seno de las Ventas mas alojadas, así como de los mas próximas al centro, un pensamiento ha preocupado siempre a los hombres que aspiran a la regeneración universal, y este ha sido: la libertad de Italia, de la que debe resultar un día la libertad del mundo entero. Nuestro objeto final es el de Voltaire y el de la Revolución francesa: el aniquilamiento completo del catolicismo y aun de la idea cristiana, que habiendo quedado en pie sobre las ruinas de Roma, vendría a perpetuar el catolicismo más tarde [Instrucción secreta].” “A esta victoria solo se llega de combate en combate. Tened, pues, siempre los ojos abiertos y fijos sobre lo que pasa en Roma. Emplead todos los medios para hacer impopular la gente de sotana; haced en el contra del catolicismo lo que nosotros todos, individualmente o en cuerpo, hacemos en los flancos de tal ejército. Agitad con motivo o sin motivo; pero agitad. Esta palabra encierra todos los elementos de éxito: La conspiración mejor tramada será aquella que más se remueve, y que comprometa más gente. Tened mártires, tened Víctimas; siempre encontraremos gente que sepa dar a esto los colores necesarios (Instrucción de la Venta Suprema),” “No conspiremos más que contra Roma. Para esto, aprovechamos todas las circunstancias, sirvámonos de todos las eventualidades. Desconfiemos principalmente de las exageraciones de celo. Un odio frío bien calculado, bien profundo, vale más que todos los fuegos de artificio, que todas las declamaciones de la tribuna. En París no quieren comprender esto; pero en Londres he visto hombres que comprenden mejor nuestro plan y que se asocian a él con más fruto (Carta de un jefe a los agentes superiores de la Venta piamontesa). ”

He aquí ahora el secreto revolucionario sobre los acontecimientos modernos.

La unidad política de Italia es una quimera, pero aun así, aun sin ser realidad, produce cierto efecto sobre las masas y sobre le juventud ardiente. Ya sabemos a qué atenernos sobre este principio. Es y quedará siempre vacío; sin embargo, es un medio de agitación. No debemos, pues, privarnos de él. Agitad poco a poco, tened al comercio paralizado; sobre todo, nunca os manifestéis. No hay medio más eficaz para sembrar la sospecha contra el gobierno pontificio (Carta del corresponsal de Ancona).” “En Roma los progresos de la causa son sensibles; hay indicios que no pueden engañar a ojos ejercitados, y se siente de lejos, de muy lejos, el movimiento que comienza. Por fortuna, no tenemos la petulancia de los franceses. Queremos que madure el fruto antes de explotarlo, y este es el único medio de obrar con acierto y seguridad. Vosotros me habéis hablado algunas veces sobre venir a ayudarnos cuando la caja común quedase exhausta. Sabéis por experiencia que el dinero es en todas partes, y principalmente aquí, el nervio de la guerra. Poned a nuestra disposición muchos, muchos thalers (monedas). Es la mejor artillería para batir en brecha el asiento de Pedro (Nubius al corresponsal de Alemania).” “En Londres se me han hecho ofertas de consideración. Dentro de poco tendremos en Malta una imprenta a nuestra disposición. Podremos, pues, con impunidad, de un modo seguro y bajo la protección del pabellón inglés, esparcir de una parte a otra de Italia los folletos, libros, etc., que la Venta Suprema juzgará conveniente poner en circulación. Nuestras imprentas de Suiza están en buen camino, y producen libros tales como deseamos (Carta a la Venta Piamontesa)."

Al cabo de veinticinco o treinta años, la conspiración reconoce sus progresos. Cuenta con Francia para obrar, reservando siempre a Italia la dirección suprema. Desconfía de los otros pueblos: los franceses, son demasiado fanfarrones; los ingleses, demasiado tristes; los alemanes, demasiado nebulosos. A sus ojos, solamente el italiano reúne las cualidades de rencor, cálculo, malicia, discreción, paciencia, sangre fría y crueldad, que son necesarias para triunfar.

En el espacio de algunos años, hemos adelantado considerablemente los negocios. Por todas partes, en el Norte y el Mediodía, reina la desorganización social. Todo se ha puesto al nivel bajo el cual queremos rebajar el género humano. Nos ha sido muy fácil el pervertir. En Suiza como en Austria, en Rusia como en Italia, nuestros sicarios solo aguardan una señal; para destrozar el molde antiguo. La Suiza quiere dar esta señal, pero estos suizos radicales no tienen fuerza suficiente para conducir las sociedades secretas al asalto de la Europa. Preciso es que Francia ponga su sello a esta orgia universal. Estad bien persuadidos que Paris no faltará a su misión (El corresponsal de Viena a Nubius).”

Por toda Europa he encontrado los espíritus muy inclinados a la exaltación. Todo el mundo confiesa que el mundo antiguo cruje, y que los Reyes ya acabaron. He recogido abundante cosecha; ya no dudo de la caída de los tronos, después que he estudiado el trabajo de nuestras sociedades en Francia, Suiza, Alemania y hasta en Rusia. El asalto que se dará a los príncipes de la tierra dentro de algunos años, los sepultará a todos bajo las ruinas de sus ejércitos impotentes y de sus monarquías caducas. Pero no es esta la victoria para cuyo éxito hemos hecho tantos sacrificios. Lo que ambicionamos no es una revolución en uno u otro punto; esto se obtiene siempre que se quiere. Para matar con toda seguridad al mundo viejo, hemos creído preciso ahogar el germen católico y cristiano [El corresponsal de Liorna a Nubius].”

El sueño de las sociedades secretas se realizará por la más sencilla de las razones: porque está fundado sobre las pasiones del hombre. No nos desanimemos, pues, por un revés, por una derrota; preparemos nuestras armas en el silencio de las Ventas; levantemos nuestras baterías; alaguemos todas las pasiones las más perversas como las más generosas, y todo nos lleva a creer que nuestro plan tendrá un éxito mucho más feliz de lo que podamos esperar con nuestros cálculos mas exagerados (Instrucción de la Venta Suprema)."

Tal es el plan; pasemos a los medios.

La corrupción. Escuchemos cosas aun más horrorosas.

Estamos demasiado en progreso para contentarnos con el asesinato. ¿De qué sirva un hombre asesinado? No individualicemos el crimen, con el fin de darle proporciones de patriotismo y de odio contra la Iglesia; debemos generalizarlo. El catolicismo no teme a un puñal bien afilado, ni las monarquías tampoco; pero estas dos bases del orden social pueden derrumbarse por la corrupción; así, no nos cansemos jamás de corromper. Está decidido en nuestros consejos que no ha de haber mas cristianos. Popularicemos el vicio en las masas. Estas deben respirarlo por todos los cinco sentidos: que la beban, que se harten de él. Formad corazones viciosos, y no tendréis mas católicos (Teoría de la Venta Suprema. Vindice a Nubius)” ¡Qué elogio para la Iglesia! “Conservemos los cuerpos, pero matemos el espíritu. Lo que importa es destruir la moral, y para esto es preciso disecar el corazón. Creo de mí deber proponer este medio por principio de humanidad política (El jefe de la Venta Suprema a Vindice). "

El jefe de la Venta Suprema añade, con motivo de la muerte públicamente impenitente de dos de sus afiliados, ejecutados en Roma: “Su muerte de réprobos ha producido un efecto mágico en las masas. Es la primera proclamación de las sociedades secretas, y una toma de posesión de las almas. Morir en la plaza del pueblo, en Roma, en la ciudad madre del catolicismo, morir francmasón e impenitente, es cosa admirable.” Otro de estos demonios encarnados dice: “Infiltrad el veneno en los corazones escogidos; infiltradlo a dosis pequeñas y como por casualidad, y os admirareis vosotros mismos de vuestro buen éxito. Lo esencial es aislar al hombre de su familia, hacerle perder los usos y costumbres que en ella hay. Por la inclinación de su carácter está bastante dispuesto a huir de los cuidados de su casa, y correr tras placeres fáciles y prohibidos

“Le gustan las largas conversaciones del café; la ociosidad de los teatros. Arrastradlo, atraedle ahí sin que se aperciba; dadle alguna importancia, sea la que fuere; enseñadle discretamente a fastidiarse de sus trabajos cotidianos. Con estas mañas, después de haberlo separado de su mujer y de sus hijos, después de haberle enseñado cuán penosos son los deberes, haréis nacer en él el deseo de otra existencia. El hombre ha nacido rebelde. Atizad este deseo de rebelión hasta el incendio; pero que el incendio no estalle. Esto será una buena preparación para la grande obra que debéis principiar (Correspondencia de la Venta Suprema)." “Para esta grande obra, nos dice el abogado lógico de la causa revolucionaria, para esta grande obra se necesita una conciencia ancha que no se arredre (desaliente) cuando llegue la ocasión, ni de una alianza adúltera, ni de la fe pública violada, ni de las leyes de la humanidad pisoteadas [Proudhon].

La Venta Suprema resume en estas palabras esta infernal conjuración: “Lo que hemos emprendido es la corrupción en grande escala; la corrupción del pueblo por medio del clero y la del clero por medio de nosotros. La corrupción que nos permitirá un día llevar la Iglesia al sepulcro. Nos dicen que para echar abajo el catolicismo sería preciso antes suprimir la mujer. Sea así; pero no pudiendo suprimirla, corrompámosla por la Iglesia. Corruptio optimi pessima (La Corrupción de lo mejor da lo peor). El fin es bastante hermoso para tentar a hombres como nosotros. El mejor puñal para herir á la Iglesia, es la corrupción. ¡Adelante, pues, hasta el final"

La corrupción de la juventud y del clero. Los corazones escogidos que la Revolución busca con preferencia, son los jóvenes y los sacerdotes; aun se atreve a esperar y aspira a formar un Papa. “A la juventud debemos dirigirnos; debemos seducirla, debemos alistarla, sin que se aperciba, bajo nuestras banderas. Que nadie penetre vuestros designios; no os ocupéis de la vejes ni de la edad madura; id a la juventud y, si es posible, a la infancia. Nunca tengáis para ella una palabra impía o licenciosa: guardaos bien de alto, por el interés mismo de la causa. Conservad todas las apariencias del hombre grave y moral. Una vez hecha vuestra reputación en los colegios gimnasios, universidades y seminarios; cuando hayáis obtenido la confianza de profesores y estudiantes, acercaos principalmente a aquellos que se afilien en la milicia clerical. Excitad, asaltad estas naturalezas tan llenas de ardor y de orgullo patriótico. Ofrecedles al principio, pero siempre en secreto; libros inofensivos, y así lleváis poco á poco vuestros discípulos al grado de madurez que queréis obtener. Cuando este trabajo de todos los días haya esparcido nuestras ideas como la luz por todas partes, entonces podréis apreciar la sabiduría de esta dirección. Formaos una reputación de buen católico y de patriota puro; esta reputación facilitará la propagación de nuestras doctrinas entre el clero joven y en el fondo de los conventos. En algunos años, este clero joven llegará a ocupar todos los puestos por la fuerza de los acontecimientos. El gobernará, administrará, juzgará, formará el Consejo del soberano, y será llamado a elegir el Pontífice que habrá de reinar; y este Pontífice, como la mayor parto de sus contemporáneos, estará necesariamente más o menos imbuido en los principios italianos y humanitarios que vamos a poner en circulación. Para alcanzar este fin, despleguemos al viento todos nuestras velas [Instrucción secreta]” “Debemos hacer la educación inmoral de la Iglesia, y llegar por pequeños medios, bien graduados, aunque bastante mal definidos, al triunfo de la idea revolucionaria por un Papa. Este proyecto me ha parecido siempre de una habilidad más que humana [Nubíus a Volpe]"

En efecto, es sobrehumano, porque viene en línea recta de Satanás. El personaje que se oculta bajo el nombre de Nubius, describe luego este Papa revolucionario, que él se atreve a esperar: un Papa crédulo y débil, sin penetración, hombre de bien y respetado, e imbuido de los principios democráticos. “Un Papa de estas condiciones, dice, necesitaríamos; y si esto es posible, marcharíamos al asalto de la Iglesia mas seguros que con los folletos de nuestros hermanos de Francia o el oro de Inglaterra. Para quebrantar la roca sobre la cual ha construido Dios su Iglesia, tendríamos el dedo pequeño del sucesor de Pedro metido en la trama, y este dedo pequeño valdría para esta cruzada tanto como los Urbanos II y San Bernardo de la cristiandad (Instrucción secreta)."

“¿Queréis revolucionar la Italia? -añaden en fin, estos emisarios del infierno: buscad el Papa cuyo retrato acabamos de dar. Marche el clero siempre bajo nuestra bandera, creyendo marchar bajo la de las llaves apostólicas. ¿Queréis hacer desaparecer hasta el último vestigio de tiranos y opresores? Tended vuestras redes, tendedlas en el fondo de las sacristías, Seminarios y conventos; y si no os precipitáis, os prometemos una pesca milagrosa; pescareis una Revolución revestida de tiara y capa, que marchará con cruz y bandera; una Revolución que solo necesitará ser aguijoneada muy poco para hacer arder las cuatro partes del mundo (Instrucción secreta)."

¡Cómo sienten ellos mismos que todo se apoya en el Papa! Lo que consuela es verlos confesar con disgusto que no han podido hincar el diente ni en el Sagrado Colegio ni en la Compañía de Jesús. “Los Cardenales han escapado todos de nuestras redes: de nada han servido contra ellos las adulaciones mejor combinadas; ni un solo miembro del Sagrado Colegio ha caído en el lazo. Con los Jesuitas se han malogrado también nuestros planes. Desde que conspiramos, ha sido imposible poner la mano sobre un Ignaciano, y convendría saber la causa de esta obstinación tan unánime: ¿por qué no hemos podido nunca encontrar en ninguno de ellos las aberturas de su coraza?” Se añade piadosamente: “No tenemos Jesuitas con nosotros, pero siempre podemos decir y hacer decir que los hay, y producirá el mismo efecto (El corresponsal de Liorna, Beppo á Nubius)."

La mentira y la calumnia. Satanás es el padre de la mentira: pater mendacii. La primera revolución se hizo por una mentira: Eritis sicul dii. Como hijas de aquella, todos las demás se forjan por el mismo proceder, cuanto mas graves son, mas mienten. Y es cosa cierta que en el día las mentiras, las hipocresías, los sofismas tejidos contra la Iglesia con un arte infernal, circulan entre nosotros en mayor número que los átomos en el aire. ¿De dónde vienen? Escuchad la Revolución. 

Los sacerdotes son gentes de buena fe: mostradlos como pérfidos y desconfiados. Las masas han tenido en todo tiempo una gran propensión a creer todos los errores y necedades. Engañadlas; les gusta ser engañadas [El corresponsal de Ancona a la Venta Suprema].” “Poco nos queda que hacer con los Cardenales viejos y los Prelados cuyo carácter es decidido. De nuestros depósitos de popularidad o impopularidad, debemos sacar las armas que han de hacer su poder inútil o ridículo. Una palabra que se inventa con habilidad, y que con maña se sabe esparcir entre ciertos familias honradas y escogidas, para que de ahí baje a los cafés, y de los cafés a las calles; un mote de esta especie puede algunas veces matar a un hombre. Si donde estuvieseis os encontráis como uno de aquellos Prelados que ejerza alguna función pública, tratad de conocer en seguida su carácter, sus antecedentes, sus cualidades, y, sobre todo, sus defectos. Rodeado de todos los lazos que podáis tenderle, creadle una de aquellas reputaciones que espantan a los niños y a las viejas; pintadlo cruel y sanguinario; referid algunos rasgos de tiranía que fácilmente queden grabados en la memoria del pueblo. Cuando los periódicos extranjeros recojan, por medio de nosotros, estas relaciones, que ellos embellecerán a su vez inevitablemente por respeto a la verdad, enseñad, o mejor dicho, haced ver por medio de algún imbécil respetable [aviso á los pregoneros de escándalos religiosos], haced ver estos periódicos en que se refieren los nombres y los escasas tramados de estos personajes. Del mismo modo que Francia e Inglaterra, la Italia no dejara de tener plumas bien cortadas para las mentiras útiles a la buena causa [aviso a los periodistas] Con un periódico en la mano, el pueblo no necesita otras pruebas. Se encuentra en la infancia del liberalismo, y cree en los liberales [Instrucción secreta de la Venta Suprema]."

El viejo Voltaire ha sido dejado ya atrás en este punto por la francmasonería. La traición siempre viene de la propia casa. La francmasonería hace cuanto puede para hacernos creer que es la sociedad filantrópica mas inocente, mas sencilla de cuantas existen. Pues ahí tenéis la Revolución que nos revela su verdadero carácter, aunque al hacerlo obre con poca prudencia. “Cuando habréis imbuido en algunas almas la aversión a la familia y a la Religión (y lo uno sigue siempre de muy cerco a lo otro), dejad caer algunas palabras que hagan nacer el deseo de ser afiliado a la logia masónica mas cercana. Esta vanidad del ciudadano y del menestral en afiliarse a la francmasonería, tiene algo de tan común, y es tan universal, que me hace quedar admirado de la estupidez humana. El verse miembro de una logia, el sentirse llamado a guardar un secreto (que nunca se le confía) lejos de su mujer é hijos, es una delicia y una ambición para ciertos hombres. Las logias son un lugar de depósito, una especie de Vivero, un centro que es preciso atravesar antes de llegar a nosotros

La falsa filantropía de estas logias es pastoral y gastronómica; pero esto mismo tiene un fin, a que es preciso impulsar sin descanso. Es muy fácil hacerse dueño de la voluntad, de la inteligencia y aun de la libertad de un hombre, a quien se le enseña, vaso en mano, a ser valiente, y el manejo de las armas. Se dispone de él, se le revuelve, se le estudia; se adivinan sus inclinaciones y sus tendencias; cuando llegue a la madurez que necesitamos, se le dirige hacia las sociedades secretas de las que la francmasonería solo es la antesala, y aun bastante mal alumbrada. Sobre las logias cantamos para engrosar nuestras filas. Ellas forman, sin saberlo, nuestro noviciado preparatorio. Hablan sin cesar sobre los peligros del fanatismo, sobre la dicha, de la igualdad social, y sobre los grandes principios de la libertad religiosa. Lanzan, entre dos orgias, tremendos anatemas contra la intolerancia y la persecución. Es mas de la que necesitamos para formamos adeptos. Un hombre lleno de estas bellas ideas, no está lejos de nosotros; ya solo falta indicarle un puesto en nuestro regimiento. En esto estriba la ley del progreso social; no os canséis en buscarlo en otra parte.
Pero no os quitéis nunca la máscara; dad vueltas por el rededor del rebaño católico; y, como buenos lobos, coged al paso el primer cordero que se os presente de las condiciones que convengan. (Correspondencia de la Venta piamontesa)."

Las logias masónicas mismas se encargan de afirmar estas apreciaciones, y nos hacen tocar con el dedo la perversidad de esta poderosa institución, que se dice tan inofensiva.

Si la masonería; decía muy recientemente uno de sus principales venerables, si la masonería debía encerrarse en el estrecho círculo que se le quiere trazar, ¿de qué servirle la organización vasta y el inmenso desarrollo que se la ha dado?... ... La hora del peligro ha llegado; es inmenso; preciso es obrar... Por todas partes se organiza el enemigo. ...La hidra monacal (la jerarquía católica), tantas veces aplastada, nos amenaza de nuevo con sus hediondas cabezas. En vano nos lisonjeamos de haber vencido la Infame con el siglo XVIII; la Infame renace mas vigorosa, mas intolerante, mas rapaz y hambrienta que nunca. Es preciso levantar altar contra altar, enseñanza contra enseñanza.”

En fin, los caballeros masónicos prestan el juramento de “reconocer y mirar siempre con horror a los reyes y a los fanáticos religiosos, como a los azotes de los desgraciados y del mundo.” Todo esto está sacado de discursos oficiales, pronunciados en estos últimos años por los grandes maestros venerables en reuniones numerosas, “en las que se tranquilizaron las conciencias, y se dijo muy alto lo que se pensaba interiormente.”

¿Comprendéis ahora por qué le Santa Sede ha condenado la francmasonería, y por qué está prohibido el afiliarse a ella, bajo pena de excomunión?

Explotación de los principios. La Revolución trata de atraérselos para poder minar mas eficazmente con su ayuda la Monarquía y la Iglesia. La mismas Venta Suprema tiene la bondad  de decírselo a ellos y a nosotros: “El plebeyo tiene cosas buenas, pero el príncipe tiene aun mas. La Venta Suprema desea que bajo cualquier pretexto se introduzca en las logias masónicas el mayor número de príncipes y ricos que se pueda. Los príncipes de casas reinantes que no tienen legítimas esperanzas de ser Reyes por la gracia de Dios, quieren serlo por la gracia de una revolución. De estos hay muchos, tanto en Italia como en otras partes, que desean ser admitidos a los modestos honores de mandil y paleta simbólica. Otros están desheredados y proscritos. Adulad a esos ambiciosos de popularidad, ganadlos para la francmasonería. La Venta Suprema verá mas adelante el uso que puede hacer de ellos en beneficio del progreso. Un príncipe que no espera reinar, es una gran conquista para nosotros, y de estos hay muchos. Hacedlos francmasones, y servirán de reclamo a los necios, a los intrigantes, a los ciudadanos y a los necesitados: Estos pobres príncipes harán nuestro negocio, creyendo trabajar para el suyo propio. Es un aliciente magnifico, y siempre se encuentran necios dispuestos a comprometerse por servir una conspiración, cuyo sostén parece ser un príncipe cualquiera (Carta a la Venta piamontesa).”  

El protestantismo. Otro poderoso auxiliar, cuyo concurso fraternal es alabado por los jefes de la Revolución. En efecto; ¿qué es el protestantismo sino el principio práctico de la rebeldía contra la autoridad de la Iglesia y de Jesucristo? En nombre de un falso principio religioso, bate en brecha en el mundo entero al único verdadero principio religioso, al único verdadero cristianismo, a la única verdadera Iglesia, y desarrolla el orgullo y la desobediencia, el desorden, la anarquía. ¿Qué mas necesita la Revolución, la grande rebelión universal para amar y proteger la propaganda protestante?

El mejor medio de descristianizar la Europa, escribía Eugenio Sue, es el protestantizarla.” “Las sectas protestantes, añade Edgard Quinet, son las mil puertas abiertas para salir del cristianismo.”

Después de haber indicado la necesidad de acabar con toda religión, se expresa Quinet así: “Para llegar a este fin, he aquí los dos caminos que tenéis abiertos delante de vosotros. Podéis atacar al mismo tiempo que al catolicismo, a todas las religiones del mundo, y principalmente las sectas cristianas: en este caso, tendréis contra vosotros al universo entero. Al contrario, si os armáis con todo lo que es opuesto al catolicismo, principalmente con todas las sectas cristianas que le hacen la guerra, añadiendo a ello la fuerza impulsiva de la Revolución francesa, pondréis al catolicismo en el peligro mas grave que haya corrido jamás. Por esto me dirijo a todas las creencias, a todas las religiones que han peleado contra Roma; todas ellas están en nuestras filas, quieran o no quieran, puesto que en el fondo su existencia es tan inconcebible como la nuestra con la dominación de Roma.

No son únicamente Rousseau, Voltaire, Kant, los que están con nosotros contra la opresión eterna, sino que también lo están Lutero, Zuinglio, Calvino y toda la legión de espíritus que combaten con las ideas de su tiempo, con sus pueblos, contra el mismo enemigo que ahora nos está cerrando el camino. ¿Qué cosa puede haber mas lógica en el mundo que el reunir en una sola haz, y para una misma lucha, las revoluciones que han aparecido en el mundo hace tres siglos, para consumar la victoria sobre la Religión de la Edad Media?

“Si el siglo XVI arrancó la mitad de Europa a las cadenas del Papado, ¿es acaso demasiado exigir del siglo XIX que acabe la obra medio consumada?” Destruir el cristianismo, esta superstición caduca y perniciosa: tal es el fin reconocido de la liga infernal en que están envueltos los protestantes, quieran o no quieran, y por la sola razón de que son protestantes. Destruir el cristianismo por medio del protestantismo: he aquí la táctica que adopta la Revolución con la plena esperanza de buen éxito.

¿Qué decís de esto, lectores míos?  ¿Es la Revolución una cosa grande y noble? ¿Merece nuestras simpatías? ¿Puede conciliarse su obra con la fe del cristiano? ¿Es acaso calumniarla, si la anatematizamos como detestable y satánica?

Tertuliano dijo en otro tiempo del cristianismo: “Lo único que teme es no ser conocido.” La Revolución dice lo contrario: “Lo que mas teme es la luz”. Esta le arrebata, no diré todo lo que hay de religioso sino aun lo que hay de honrado entre los hombres. 

* Recordamos que esta obra fue escrita en 1864

viernes, 28 de septiembre de 2012

LA REVOLUCIÓN (7)


Por Mons de Segur

VII. ¿CUALES SON LAS ARMAS ORDINARIAS DE LA REVOLUCIÓN? 

Ella misma lo ha dicho y lo ha probado muy a menudo. “Para combatir los príncipes y los santurrones, todos los medios son buenos: todo está permitido para anonadarlos: la violencia, la astucia, el fuego y el hierro, el veneno y el puñal: el objeto santifica los medios (carta de un revolucionario a un francmasón).” Ella se hace todo, para unir todo el mundo con su causa. Para pervertir los cristianos, para extirpar el espíritu católico, se sirve de la educación, que malea; de la enseñanza, que envenena; de la historia, que falsifica; de la prensa, de la que hace el uso que todos saben (calumnia); de la ley, cuyo traje adopta; de la política, a quien inspira; de la Religión misma, de la cual toma algunas veces las exterioridades para seducir las almas. Se sirve de las ciencias, y encuentra medio de que estas se rebelen contra el Dios de las ciencias; se sirve de las artes, las cuales bajo su influencia mortal producen la perversión de las costumbres públicas y la deificación de la sensualidad. 

A Satanás, con tal que logre su objeto, poco le importan los medios que emplea. No es tan escrupuloso como se cree, y sus amigos tampoco lo son.  

Sin embargo, puede decirse que el carácter principal de los ataques de la Revolución contra la Iglesia es la audacia y la mentira. Por la audacia hace flaquear el respeto al Papado, vilipendia a nuestros Obispos y Sacerdotes, bate en brecha las instituciones católicas más veneradas: y con la mentira, repetida sin rebozo, prepara la ruina de las sociedades, fascinando las masas, siempre poco instruidas y poco acostumbradas a sospechar de la buena fe de los que les hablan.  

Sobre mil personas seducidas por la Revolución, novecientos noventa y nueve son víctimas de esta táctica odiosa. ¡Ay de ella! ¡Ay de vosotros, seductores de los pueblos, que empleáis la energía que Dios os concedió para servir a la sociedad en provecho de la mentira! Hijos de la Revolución, no teméis llamar mal al bien, y bien al mal; sobre vosotros cae aquel terrible anatema: Vae qui dicítis malum bonum, et bonum malum! Vae genti insurgenti super genus meum!   

Pero ¿es cierto que la Revolución sea tan perversa? ¿Es cierto que conspira de este modo contra Dios y contra los hombres? Escuchad sus propias confesiones, escuchad sus proyectos dignos del infierno. 


lunes, 24 de septiembre de 2012

LA REVOLUCIÓN (6)


Por Mons de Segur

VI. ¿ES POSIBLE CONCILIAR LA IGLESIA Y LA REVOLUCION?   

No; porque no lo es más que el que se avengan entre si el bien y el mal, la vida y la muerte, la luz y las tinieblas, el cielo y el infierno. Escuchad lo que dijo en otro tiempo una logia de carbonarios en un documento secreto: "La Revolución solo el posible con una condición: el aniquilamiento del Papado. Mientras que Roma exista, todas las conspiraciones del extranjero y revoluciones de Francia no tendrán más que resultados muy secundarios. Aunque débiles como poder temporal, los Papas tienen aun una fuerza moral inmensa. Contra Roma deben dirigirse, pues, todos los esfuerzos de los amigos de la humanidad. Con tal de destruirla, todos los medios son buenos. Una vez derribado el Papa, naturalmente caerán los demás monarcas.” 

Edgard Quinet dice por su parte: “Preciso es que caiga el catolicismo. ¡No haya tregua para el Injusto! No se trata sólo de combatir el papado, sino de extirparlo, y no solo extirparlo, sino de deshonrarlo, y no solo de deshonrarlo, sino de hundirlo en el fango.” “En nuestros consejos está decidido, dice la Venta Suprema, que no consintamos mas cristianos." Ya antes había dicho Voltaire: “Aplastemos al infame" y Lutero: “Lavemos nuestras manos en su sangre." 

La Iglesia proclama los derechos de Dios, como principio tutelar de la moralidad humana y de la salvación de las sociedades; la Revolución solo habla de los derechos del hombre, constituyendo una sociedad sin Dios. La Iglesia toma por base la fe, el deber cristiano: la Revolución ningún caso hace del cristianismo; no cree en Jesucristo: pone la Iglesia a un lado, y se forma no sé qué deberes filantrópicos, que no tienen otra sanción sino el orgullo del hombre de bien, y el miedo a los gendarmes. La Iglesia enseña y conserva todos los principios de orden, de autoridad, de justicia: la Revolución los combate todos, y con el desorden y la arbitrariedad constituye lo que se atreve a llamar el derecho nuevo de las naciones, la civilización moderna. 

El antagonismo es completo: luchan entre sí la obediencia y la rebeldía, la fe y la incredulidad

Ninguna conciliación es posible, y menos transición ni alianza alguna. Queda esto bien impreso en vuestra memoria: que todo cuanto la Revolución no ha creado, le es odioso; que todo cuanto odia, lo destruye. Que se le entregue hoy el poder absoluto, y a pesar de sus protestas, será mañana lo que fue ayer y lo que fue siempre: la guerra a muerte contra la Religión, la sociedad, la familia. Y no diga que, hablando así, la calumniamos; ahí están sus palabras y sus obras para probarlo. Acordaos de lo que hizo en 91 y 93, cuando fue dueña del poder. 

En esta lucha, uno de los dos partidos será vencido tarde ó temprano, y este será la Revolución. Puede ser que parezca triunfar por un momento; podrá ganar victorias parciales, primero, porque la sociedad, de cuatro siglos a esta parte, ha cometido en toda Europa enormes faltas que la han atraído un justo castigo, y luego, porque el hombre es siempre libre, y la libertad aun cuando se abusa de ella, constituye un gran poder

Pero tras el Viernes Santo viene siempre el Domingo de Pascua, y Dios mismo es quien, con su verdad infalible, ha dicho al Jefe visible de su Iglesia: “Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; y los poderes del infierno no prevalecerán contra ella.”  

sábado, 15 de septiembre de 2012

LA REVOLUCIÓN (5)


Por Mons de Segur

V. ¿QUIEN ES EL REVOLUCIONARIO POR EXELENCIA? 

Es nuestro Señor Jesucristo en el cielo, y, en la tierra y el Papa su Vicario. La historia del mundo es la historia de la lucha gigantesca entre los dos jefes del ejército. 

De una parte, Jesucristo con su Santa Iglesia; de la otra, Satanás con todos los hombres que pervierte y reúne bajo la bandera maldita de la rebelión. El combate fue terrible en todos tiempos; nosotros vivimos en una de esas épocas más peligrosas, que es la de la seducción de las inteligencias y de la organización de aquello que, delante de Dios, no es más que desorden y mentira.

El Papa y la Iglesia se encuentran ahora, como siempre, sobre la brecha defendiendo la verdad y la justicia, para con todos y contra todos, aborrecidos de muerte por los revolucionarios de toda clase, cuyas tramas y proyectos perversos descubren y desbaratan. 

Uno de nuestros más ilustres Prelados, estando para morir, hizo ver ya en otro tiempo el odio y los proyectos de la Revolución contra el Soberano Pontífice. “El Papa, escribía con mano trémula, el Papa tiene un enemigo, la Revolución: ese enemigo implacable cuyo furor no pueden mitigar los mayores sacrificios, y con el cual es imposible transigir. Al principio solo se pedían por ella reformas, hoy ya no la bastan estas. Quitad a la Santa Sede la soberanía temporal, mutilad la obra admirable que Dios y la Francia acabaron hace mas de mil años; echad pedazo a pedazo en manos de la Revolución todo el patrimonio de San Pedro: más aun con esto no habréis satisfecho, no habréis desarmado la Revolución. La ruina de la existencia temporal de la Santa Sede, más bien que un fin, es un medio para llegar a una destrucción mayor.

La existencia divina de la Santa Sede y de la Iglesia, eso es lo que se quiere aniquilar, y de tal manera, que ni aun vestigio quede de ella. ¿Qué importa, al fin, que la débil dominación cuyo asiento es Roma y el Vaticano, quede circunscrita en límites mas o menos estrechos? ¿Qué importan Roma y el Vaticano? Mientras que haya sobre la tierra, o debajo de ella, en un palacio o en una mazmorra, un hombre delante de quien se prosternen doscientos millones de hombres como delante del representante de Dios, la Revolución perseguirá a Dios en este hombre.

Y si acaso en esta guerra impía no habéis tomado con resolución el partido de Dios contra la Revolución; si capituláis, los medios por los cuales habréis intentado contenerla o moderarla, no habrán servido sino para dar fuerza á sus ambiciones sacrílegas y exaltar mas y mas sus salvajes esperanzas

“Fuerte por vuestra debilidad, contando con vosotros como con sus cómplices, ¿qué digo? como con sus esclavos, ella os mandará la sigáis hasta el término de sus empresas abominables. Después de haberos arrancado concesiones que habrán consternado al mundo, todavía exigirá de vosotros obras que espantarán vuestra conciencia.

No exageramos hablando así. La Revolución, mirada no por su parte accidental, sino por aquello que constituye su esencia, es una cosa con la que nada puede compararse, en la serie larga de las revoluciones por las cuales ha pasado le humanidad desde el origen de los tiempos, y que vemos desarrollarse en la historia del mundo.
La Revolución es la insurrección mas sacrílega que ha armado la tierra contra el cielo; es el esfuerzo más grande que haya intentado el hombre, no solo para separarse de Dios, sino para ponerse en lugar de Dios."

La Revolución no ataca al Papa- Rey sino para acabar más seguramente con el Papa- Pontífice. Comprende como nosotros, que el Papa- Rey es el Papa independiente en lo material; es el Papa libre para decir todo la verdad, y para fulminar su anatema contra los despojadores y los déspotas, sea cual fuere su potestad y rango. La Revolución, que bajo la máscara de libertad o igualdad no es otra cosa sino el despojo y el despotismo, no puede tolerar la soberanía pontifical, cuya existencia es para ella cuestión de vida ó muerte.   

El Papa, Vicario de Jesucristo, es el enemigo nato de la Revolución. Los obispos fieles y los sacerdotes formados según el corazón de Dios participan con El de esta gloria y de este peligro. Ellos viven en medio de los hombres, como personificación de la Iglesia y de la ley de Dios; y por esto mismo son el blanco del odio revolucionario. El despojo del dominio temporal seria el golpe postrero dado a la última raíz, que, por la propiedad, liga la Iglesia al suelo de Europa.

M. Bonald decía hace treinta años: “La Religión pública está perdida en Europa, si no tiene propiedad; la Europa está perdida si no tiene religión pública.”

Uno de los jefes de la Venta Suprema de la Alta Italia, escribe: “Es preciso descatolizar al mundo: conspiremos solo contra Roma; La Revolución en la Iglesia, es la Revolución permanente, es la destrucción segura de los tronos y dinastías. No debería ir confundida con otros proyectos la conspiración contra la Santa Sede romana.” Los verdaderos católicos fieles discípulos de Jesucristo vienen a agruparse alrededor del Papa, de los Obispos y de los sacerdotes, para “combatir el buen combate y conservar la fe." Cada uno de ellos se esfuerza por rechazar el enemigo y hacer triunfar la buena causa por medio de la oración, de las obras buenas, por la acción y la palabra, por la polémica., y, en fin, por todos los medios legítimos de influencia. Esto es lo que forma el pequeño, al mismo tiempo que grandísimo ejército de Jesucristo. El gigante revolucionario se lisonjea de destrozarlo, como en otro tiempo Goliath en frente de David; pero Dios está con nosotros, y nos ha dicho: “No temáis, pequeña grey, porque ha sido la voluntad de vuestro Padre el daros la victoria.” Marchemos, pues, y tengamos valor.

Jóvenes, tenéis merecido vuestro puesto en nuestras filas. Apresuraos, corred y traed a vuestro divino Maestro el óbolo de vuestra felicidad naciente. En unos tiempos como los que hemos alcanzado, todo cristiano debe ser soldado, y Jesús, al reunirnos bajo la sagrada bandera de su Iglesia, nos dice: “Qui non est mecum, contra me est.- El que no está conmigo, está contra mí."   

martes, 4 de septiembre de 2012

LA REVOLUCIÓN (4)

Por Mons de Segur

IV. QUIEN ES EL VERDADERO PADRE DE LA REVOLUCIÓN Y CÓMO NACIÓ ÉSTA 

Hay en la Revolución un misterio, un misterio de iniquidad, que los mismos revolucionarios no pueden comprender, porque solo la fe puede explicarlo, y a ellos les falta la fe. 

Para comprender la Revolución es preciso remontarse hasta el padre de toda rebeldía, hasta aquel que el primero se atrevió a decir, y tiene la osadía de repetir hasta la consumación de los siglos a su Dios y Señor: Non serviam: Yo no obedeceré. 

Sí; Satanás es el padre de la Revolución. Esta es obra suya, comenzada en el cielo, y que viene perpetuándose entre los hombres de edad en edad. El pecado original, por el cual nuestro padre Adán se rebelo contra Dios, introdujo en el mundo, no diré absolutamente la Revolución, pero si el espíritu de orgullo y de rebeldía, que son su principio: desde entonces el mal fue aumentando de cada día hasta la aparición del cristianismo, que lo combatió y obligó a retroceder. 

El renacimiento pagano, mas tarde Lutero y Calvino, y, en fin, Voltaire y Rousseau, han vuelto a enaltecer el poder maldito de Satanás, su padre, y este poder, favorecido por los excesos del cesarismo, este poder recibió en los principios de la Revolución francesa una especie de consagración, una constitución que no había tenido hasta entonces, y que hace decir con justicia que la Revolución nació en Francia en 1789.  

En 1793 decía el feroz Baboenf: “La Revolución de Francia no es más que la precursora de otra Revolución mucho más grande, mucho más solemne, y que será la última.”  

Esta Revolución suprema y universal es la REVOLUCIÓN.  

Por primera vez después de sus mil años ha tenido la osadía de tomar, a la faz del cielo y de la tierra, su verdadero y satánico nombre: La Revolución, que es como decir rebeldía completa y perpetúa.  

Ella tiene por lema, como el demonio la famosa palabra Non Serviam. Es satánica en su esencia, y aspirando a derribar todas las autoridades, tiene por fin postrero la destrucción total del reino de Jesucristo en la tierra. La Revolución, no hay que olvidarlo, la Revolución es ante todo un misterio del orden religioso, es el ANTICRISTIANISMO.   

Así lo hace constar en su Encíclica de 8 de Diciembre de 1849 el Soberano Pontífice Pio IX: “La Revolución, dice, es inspirada por el mismo Satanás. Su objeto es destruir completamente el cristianismo, y reconstruir, sobre sus ruinas, el orden social del paganismo.” Amonestación solemne, confirmada al pié de la letra por la Revolución misma. “Nuestro objeto final, dice la instrucción secreta de la Venta Suprema, nuestro objeto final es el mismo de Voltaire y de la Revolución francesa: Aniquilamiento y destrucción completo del catolicismo, y hasta de la idea cristiana."  

viernes, 31 de agosto de 2012

LA REVOLUCIÓN (3)

Por Mons de Segur

III. LA REVOLUCION, HIJA DE LA INCREDULIDAD.

Para juzgar la Revolución, hasta saber si se cree o no en Jesucristo. Si Cristo es Dios hecho Hombre, si el Papa es su Vicario, si la Iglesia es obra suya y tiene su misión, claro está que tanto las sociedades como los individuos deben obediencia a los mandamientos del Papa y de la Iglesia, que son los mandatos de Dios mismo.  

La Revolución, que pone por principio la independencia absoluta de las sociedades para con la Iglesia, es decir, la separación de la Iglesia y del Estado, declara por eso solo que no cree en el Hijo de Dios y es juzgada de antemano, según las palabras del Evangelio.  

Resulta, pues, que la cuestión revolucionaria es también una cuestión de fe. Cualquiera que crea en Jesucristo y en la misión de su Iglesia, no puede ser revolucionario, si es lógico, y cualquier incrédulo, cualquier protestante, dejará de serlo si no adopta el principio apóstata de la Revolución, y no combate á la Iglesia bajo su bandera. En efecto, la Iglesia católica, si no es divina, usurpa de un modo tiránico los derechos del hombre.  

Jesucristo, ¿es Dios? ¿Le pertenece el poder infinito en el cielo y en la tierra? Los Pastores de la Iglesia y el Sumo Pontífice a su cabeza, ¿tienen ó no tienen por derecho divino la misión de enseñar a todas las naciones y a todos los hombres lo que es preciso hacer ô evitar para cumplir la voluntad de Dios? ¿Existe acaso un hombre, príncipe o vasallo, existe una sociedad que tenga el derecho de rechazar esta enseñanza infalible, o de sustraerse a esta alta dirección religiosa? Ahí está todo. Es una cuestión de fe, de catolicismo. El estado deba obediencia al Dios vivo, lo mismo que la familia y el individuo. Es cuestión de vida, tanto para el uno como para el otro

miércoles, 29 de agosto de 2012

LA REVOLUCIÓN (2)

Por Mons de Segur

II. LO QUE ES LA REVOLUCIÓN Y CÓMO ES UNA CUESTIÓN RELIGIOSA NO MENOS QUE POLÍTICA  

La Revolución no es una cuestión puramente política, sino también religiosa, y bajo este punto de vista únicamente hablo de ella aquí La Revolución es, no solamente una cuestión religiosa, pero es la gran cuestión religiosa de nuestro siglo. Para convencerse de ello, basta la reflexión y concretar la cuestión.  

Tomada en su sentido más general, la Revolución es la rebeldía erigida en principio y en derecho. No se trata del mero hecho de la rebelión, pues en todos tiempos las ha habido; se trata del derecho, del principio de rebelión, elevado a regla práctica y fundamento de las sociedades; de la negación sistemática de la autoridad legítima, de la teoría, de la rebelión, de la apología y orgullo de la misma, de la consagración legal del principio de toda rebelión. Tampoco es la rebelión del individuo contra su legítimo superior; esto se llama desobediencia: es la rebelión de la sociedad, como sociedad; el carácter de la Revolución es esencialmente social, y no individual

Tres grados hay en la Revolución.  

La destrucción de la Iglesia, como autoridad y sociedad religiosa, protectora de las demás autoridades y sociedades; en este grado, que nos interesa directamente, la Revolución es la negación de la Iglesia erigido en principio y formulado en derecho; la separación de la Iglesia y del Estado, con el fin de dejar a éste descubierto y quitarle su apoyo fundamental.   

La destrucción de los tronos y de la legítima autoridad política, consecuencia inevitable de la destrucción de la autoridad católica. Esta destrucción es la última expresión del principio revolucionario de la moderna democracia, y de lo que se llama hoy día la soberanía del pueblo.   

La destrucción de la sociedad, es decir, de la organización que recibió de Dios: de otro modo; la destrucción de los derechos de la familia y de la propiedad en provecho de una Abstracción, que los doctores revolucionarios llaman el Estado.   

Es, por último, el socialismo, fin principal de la Revolución perfecta, rebelión postrema, destrucción del último derecho. En este grado, la Revolución es, o más bien sería, la destrucción completa del orden divino en la tierra, y el reinado perfecto del demonio en el mundo.   

Formulado por la vez primera por J. J, Rousseau, y luego en 89 y 93 por la Revolución francesa, la Revolución se mostró, ya en su origen, como la enemiga implacable del cristianismo. Sus furiosas persecuciones contra la Iglesia recuerdan las del paganismo. Ella sacrificó Obispos, asesinó Sacerdotes y todo clase de católicos, cerró ó destruyó templos, disperso las órdenes religiosas, y arrastró por el fango las cruces y reliquias de los Santos. Su rabia se encendió por toda Europa, rompió todas las tradiciones, y hasta llegó a creer un momento, haber destruido el catolicismo, al cual llamaba, con desprecio, una superstición antigua y fanática.   

Sobre este montón de ruinas ha levantado un nuevo régimen de leyes ateas, de sociedades sin religión, de pueblos y Reyes absolutamente independientes. Desde hace sesenta años ya dilatándose mas y mas, crece y se extiende en el mundo entero, destruyendo por do quiera la influencia social de la Iglesia, pervirtiendo las inteligencias, calumniando al clero, y minando por sus cimientos el gran edificio de la fe.    

Bajo el punto de vista religioso, la Revolución puede definirse del modo siguiente: La negación legal del Reino de Jesucristo en la tierra; la destrucción social de la Iglesia. Combatir la Revolución es, por lo tanto, un acto de fe, un deber religioso de la mayor importancia. Obrando así se obra además como buen ciudadano y hombre de bien, pues se defiende la patria y la familia. Si los partidos políticos de buena fe, y que conservan su honra, la combaten bajo sus puntos de vista, nosotros los cristianos, debemos combatirla bajo los nuestros, que son mucho más elevados, pues defendemos aquello que amamos mas que a nuestra vida.     

martes, 28 de agosto de 2012

LA REVOLUCIÓN (1)


LA REVOLUCIÓN
Mons. de Segur 

EL TRADUCTOR

He emprendido la traducción de esta obrita con el fin de proporcionar a las personas que no pudieran leerla en su lengua original, la ocasión de estudiar y meditar las verdades que encierra. Estas son de la mayor importancia y de actualidad. Además, creo que hasta el día no se habrán escrito muchos folletos que en tan poco espacio digan tanto y tan bueno. 

He procurado atenerme, en cuanto ha sido posible, al texto, y espero del benévolo lector disimulará las faltas que pueda encontrar en mi trabajo. Mi único y más vivo deseo sería que la lectura del mismo produjese buenos frutos en beneficio de la sociedad y de mi patria. 

P. M. de L.   Verbum caro factum est 1864 

PROLOGO DEL AUTOR.

A Los Jóvenes.

A esos dedico estas páginas, por dos razones: la primera, porque su inteligencia todavía no está maleada por doctrinas perversas; y la segunda, por ser ellos, en lo porvenir, la esperanza de la Iglesia y de la Francia. 

La adolescencia es la edad decisiva de la vida. Durante su periodo se forman la inteligencia y el corazón, y toman, como la fisonomía, un carácter, una forma que ya nunca pierden. El Soberano Hacedor lo dijo: Adolescens juxta viam suam etiam cum senuerit, non recedit ab ea.

Los jóvenes entran en un mundo que ando como un navío a la merced de las olas, porque ya le faltan principios, y porque desde hace más de un siglo a esta parte, la enseñanza incoherente de mil falsos doctores lo aleja mas y mas de la fe y del sentido común. Ellos leerán en los papeles públicos, verán por doquiera tantas locuras y mentiras, que serán arrastrados infaliblemente, si no tienen, para defenderse, principios verdaderos y sólidos.

No pretendo tratar en este corto trabajo todo lo que ofrece esta cuestión; mi único objeto es hacer comprender claramente a mis jóvenes lectores: I.°, lo que es la Revolución; el por qué y el cómo, la Revolución es la gran cuestión religiosa de nuestra época; 2.°, lo que son realmente los principios proclamados en 1789, y cuáles son las ilusiones que pueden arrastrarnos al error revolucionario; en fin, cuales son los deberes de los verdaderos cristianos en este siglo de trastornos y ruinas que estamos atravesando.

Ajeno a todo partido político, me concreto a una exposición razonada de principios, del punto de vista mas importante de todos, el de la fe, y cada cual podrá sacar fácilmente la conclusión práctica, aplicando estos principios según pueda.

Nada mas práctico para vosotros, jóvenes, que estas nociones abstractas en apariencia; nada mas necesario para vosotros, pues, a vosotros, jóvenes buenos y honrados, sabedlo bien, a vosotros principalmente dirige sus tiros la Revolución, para haceros marchar contra Dios. Ella ha dicho, en un escrito oficial: “A la juventud hemos de seducir y arrastrar bajo nuestras banderas, sin que ella lo conozca.”

Ya lo oís: os quieren seducir y perder; yo quisiera guiaros. El único antídoto para el veneno que os preparan, es la verdad. Lo que hace tan vulnerable a la sociedad moderna, es la falta de principios; esta falta, ante todo, a los hombres de buena fe, que son muchos. Y vosotros, jóvenes, que dentro de poco seréis la fuerza viva de esta sociedad caduca, vuestra misión es la de conduciros mejor que vuestros padres, y valeros de todos los medios para salvarla.

Y suplico meditéis sobre las verdades que he reasumido aquí para vosotros. Las entrego con roda confianza a vuestra buena fe y buen deseo, y sentiría mucho hubiese algún joven católico que no comprendiera su importancia.

El Sumo Pontífice ha bendecido este trabajo desde que lo emprendí. Espero que esta sagrada bendición se extienda a cada uno de mis lectores y suplirá- la imperfección de mis palabras.  

I. LA REVOLUClÓN.- LO QUE NO ES 

Esta palabra es muy elástica, y se abusa de ella a cada paso para seducir la inteligencia de los hombres.  

La revolución en general es un cambio rápido que se hace en las costumbres, ciencias, artes o letras, y, sobre todo, en las leyes y los gobiernos de las sociedades. Pero en Religión y política es el triunfo, el desarrollo completo de un principio subversivo de todo el antiguo orden social.

Por lo regular, la palabra Revolución se toma en mal sentido; sin embargo, esta regla tiene sus excepciones. . Así se dice. "El cristianismo causó una gran revolución en el mundo;” y esta revolución fue muy provechosa. Lo mismo se dice; “En tal o cual país ha estallado una revolución, que lo ha pasado todo a sangre y fuego.” Esto también es revolución; pero una revolución muy mala.  

Hay una diferencia entre una revolución y lo que desde hace un siglo se llama LA REVOLUCION. En todos tiempos hubo revoluciones en la sociedad humana, mientras que la Revolución es un fenómeno del todo moderno, nunca visto.

Muchos son los que creen [porque así lo leen en los periódicos] que todos los adelantos en industria, comercio, bienestar; que todas las invenciones modernas en artes y ciencias desde sesenta años acá; muchos creen, repito, que todo esto se debe a la Revolución; que sin ella, no tendríamos telégrafos ni ferrocarriles, ni vapores, ni máquinas, ni ejércitos, ni instrucción, ni gloria, en una palabra que sin la revolución todo estaría perdido  y que el mundo volvería a las tinieblas. 

Nada más falso. Si en tiempo de la Revolución se hizo algún progreso, no por esto le causó ella. El gran sacudimiento que ha impreso al mundo entero, habrá precipitado sin duda el desarrollo de la civilización material, en algunas cosas; pero en cambio lo ha detenido en muchas otras. Lo cierto es que la Revolución, considerada en sí misma, nunca ha sido el principio de ningún progreso.  

Tampoco ha sido, como se nos quiere hacer creer, la libertad de los oprimidos, la supresión de abusos inveterados, el mejoramiento y progreso de la humanidad, el esparcimiento de luces y conocimientos, la realización de todos las aspiraciones generosas de los pueblos, ete., etc; y de esto nos convenceremos cuando la conozcamos a fondo.    

Tampoco debe creerse que la Revolución sea el grande hecho histórico y sangriento que ha trastornado la Francia y aun la Europa al concluir el último siglo. Este hecho, mirado tanto por parte de su moderación como en sus excesos más espantosos, solo ha sido un fruto, un producto de la Revolución, que en sí, es más bien una idea, un principio, que un hecho. Es muy importante no confundir estas cosas. ¿Qué es, pues, la Revolución?