MEDITACIÓN
X
(10 DE ENERO)
Sobre la
renuncia de sí mismo.
Punto 1°.- ¿Qué cosa es renunciarse a sí mismo? Es
estar dispuesto a dejarlo todo, a
perder, a sacrificar y a sufrirlo todo, antes de cometer el menor pecado.
Renunciarse a sí mismo, es someter todas sus pasiones al imperio de la religión
(católica) y del deber: nos renunciamos
a nosotros mismos cuando nos sujetamos y mortificamos el amor propio y sus
inclinaciones naturales por observar las leyes de Dios. Esta renuncia se
refiere a todo lo que puede ofender a Dios; influye en todo lo que hacemos por
agradarle, encierra ese sacrificio entero de nosotros mismos, esa preferencia
absoluta que debemos a nuestro Creador: este es el compendio del Evangelio, el
principio y fundamento de toda la moral de Jesucristo.
Punto 2°.- ¿Está obligado todo cristiano a renunciarse
a sí mismo? Sin duda que sí, pues Jesucristo lo dijo en términos expresos: Si alguno quiere venir en pos de mí,
renúnciese a sí mismo. Y a fin de que no se creyese que éste precepto
riguroso sólo se dirigía a personas privilegiadas a quienes la santidad de su
estado obliga a elevarse a una perfección extraordinaria, San Lucas tiene
cuidado de hacernos observar que lo decía a todos sin excepción: Dicebat ad omnes (Luc. 9:23). Seáis rico o pobre, estéis en el trono o en el polvo, es preciso que os
renunciéis a vos mismo si queréis ser un verdadero cristiano. Sin esta renuncia preferiréis siempre
vuestra propia gloria, vuestra propia voluntad y vuestra propia satisfacción a
la del Soberano Dueño: el dispensar a un solo hombre de esta obligación sería
dispensarle de amar a Dios, sería dispensarle de ser cristiano.
AFECTOS Y
SUPLICAS
Llenad mi
corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo
para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario