MEDITACIÓN IX
(9 DE ENERO)
Sobre las faltas de los otros.
Punto 1°.- Las faltas de los otros deben servirnos para
hacernos conocer las nuestras. Vivimos necesariamente con hombres que
están llenos de defectos; y ¿Quién es el que no los tiene? Hay defectos en el
corazón y en el espíritu; defectos en el carácter y en el humor; defectos en la
conducta y en los modales, y aunque se quieran cerrar los ojos para no
percibirlos se hacen sensibles por sus efectos. Pues bien, el primer uso que un cristiano debe hacer de este conocimiento es
decirse a sí mismo si esta persona tiene cuál o tal defecto ¿no tengo yo otros
semejantes o aún mayores?
Punto 2°.- Deben servir para ejercitar nuestra
paciencia. El que manda está obligado sin duda a reprender y corregir
las faltas de aquellos que les están sometidos; mas aunque así lo hagan siempre
les quedaran bastantes para ejercitar su paciencia. Es esta una virtud muy necesaria; es preciso sufrir para practicarla, y
los grandes sufrimientos no son comunes; así es que los que nos vienen por los
defectos de los otros, son una prueba, constante y diaria, que nos proporciona
las ocasiones más frecuentes de merecer el cielo. Imitemos en esto la
tranquilidad inalterable del Dios omnipotente, que soporta con tanta paciencia
los vicios de sus creaturas. La caridad
es paciente –dice el Apóstol- todo
sufre, todo lo tolera.
AFECTOS Y
SUPLICAS
Abrid ¡oh
Dios mío! Los ojos de mi amor propio: pues ignoro mis defectos y soy demasiado
perspicaz para conocer los de los otros.
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