MEDITACIÓN
IV
(4 DE ENERO)
Sobre el temor de Dios
Punto 1°.- La
obligación de amar a Dios no excluye la obligación de temerle. El amor y el temor no son dos sentimientos
incompatibles: amamos a nuestro padre y le tememos; el siervo fiel ama a su
señor y le teme. Estos diferentes sentimientos nacen de las diferencia de
las relaciones que se consideran en un mismo objeto. Cuando considero a Dios
que me ha creado, por lo que es en sí mismo y por las gracias que he recibido
de su bondad, siento que le debo todo, y le amo más que a mí mismo. Cuando pienso en los efectos terribles de
su poder y de su justicia, un temor religioso se apodera de mi alma; me abismo
y me anonado en presencia de este Señor Omnipotente, de este Juez inexorable.
Punto 2°.- Este
temor sólo, no basta para cumplir nuestras obligaciones en toda su extensión;
porque no es mas que el principio de la sabiduría, y debe conducirnos a la
práctica de todos los preceptos de los cuales el primero es el del amor. Los
que teméis al Señor, dice el Sabio,
no os quedéis allí, sino pensad en amarle: Qui timetis Dominum, diligite illum.
Nunca ha dicho Dios precisamente: Temedle
con todo vuestro corazón; mas si ha dicho muchas veces: Amadme con todo vuestro corazón. Si pues el amor debe ocupar todo el
corazón, el temor no debe entrar en él sino para introducir allí al amor, para
perderse y abismarse en el amor. Temed
a Dios y observad sus mandamientos, comenzando por el primero que los
encierra a todos; Porque esto es todo el
hombre, y en esto consiste la salvación, la felicidad y la salvación del
hombre.
AFECTOS Y
SUPLICAS
Yo os
consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora
en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por
Vos.
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