MEDITACIÓN
XVIII
(18 DE ENERO)
Sobre las riquezas.
Punto1°.-Podemos santificarnos en medio de la
opulencia, 1° Por el despego de las
riquezas: no estamos obligados a
despojarnos realmente de ellas para obrar nuestra salvación, pues esta renuncia
exterior es un consejo de perfección, más la renuncia interior es de precepto.
Sí, todo cristiano está estrechamente obligado a estar dispuesto a perder y
sacrificar todos sus bienes antes que violar la ley de Dios en esta disposición
verdadera, sincera y habitual y perseverante es en la que consiste el despego
de las riquezas sin el cual no puede salvarse; aún no os es permitido dividir
vuestro corazón y vuestros sentimientos entre Dios y las riquezas. No podréis, dice el Señor, servir a dos amos a la vez: es preciso
optar entre uno y otro; ser todo de Dios o todo de las riquezas: ¿A quién
daréis preferencia?
Punto 2°.- 2° Por el buen uso de las riquezas. No sois
mas que el depositario y el ecónomo de vuestras riquezas y no sois dueño de
emplearlas en todos los usos inútiles o desarreglados que el capricho es capaz
de sugeriros: el uso que hagáis el uso que
hagáis de ellas debe siempre ser conforme a las reglas de la justicia,
de la caridad y de la templanza cristiana. 1° De la justicia, para dar a cada uno lo que es debido, 2° De la Caridad, para aliviar a los pobres,
3° De la templanza cristiana, para
limitarse a lo puro necesario sin hacer ninguna clase de gastos mas allá de las
exigencias indispensables de su estado: ¡Cuántas reflexiones hay que hacer sobre estas
máximas! ¡Cuántas razones hay para tener y temblar por la salvación de los
ricos!
AFECTOS Y
SUPLICAS
Toma mi
Señor, y recibe mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad,
todo mi haber y mi poseer. Tú me lo diste, a Tí, Señor, lo torno; todo es tuyo;
dispón de ello conforme a tu voluntad. Dame tu amor y gracia, que esto me basta.
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