viernes, 29 de abril de 2016

MEDITACIÓN CXXI (30 DE ABRIL)

MEDITACIÓN CXXI
(30 DE ABRIL)

Sobre la falsa seguridad de los pecadores.



Punto 1°.- Esta seguridad está fundada 1°. En la promesa que ha hecho Dios al pecador penitente de perdonarle sus pecados, Mas esta promesa no habla con el pecador resuelto a perseverar en su pecado hasta la muerte. El señor ha considerado en el mundo dos clases de pecadores: los unos débiles y desalentados que no tienen bastante esperanza: los otros temerarios y presuntuosos que esperan demasiado. Dice a los primeros: Aseguraos, porque aunque hayáis cometido muchos pecados, en el instante que volváis a mí, os perdonaré. Temblad, dice a los otros, porque aunque mi promesa sea inviolable, no se extiende hasta favorecer vuestra impenitencia.


Punto 2°.- Está fundada también en los ejemplos que leemos en la Escritura, de la misericordia de Dios para con los pecadores. David, tan luego como llora su pecado, oye que el profeta le anuncia su perdón, en el mismo instante que Magdalena viene a derramar sus lágrimas a los pies de su Salvador, todos sus pecados le son perdonados. Sí, mas ninguno de estos pecadores había dejado la penitencia para la hora de la muerte. El pecador impenitente no puede prevalerse tampoco de la conversión de aquel dichoso criminal que fue crucificado en el Calvario al lado de Jesucristo. Es verdad que este no se convirtió sino hasta la última hora de su vida; pero, responde un Santo Padre, esta era también la primera hora de su fé: Non fuit extrema illa ora, sed prima (No era su hora final, sino la primera). En el primer instante que comenzó a conocer a Jesucristo, comenzó a amarle; y aunque parezca tardío su arrepentimiento, ninguna conversión fue nunca más pronta y menos diferida.   

Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

jueves, 28 de abril de 2016

MEDITACIÓN CXX (29 DE ABRIL)

MEDITACIÓN CXX
(29 DE ABRIL) 

Que no debe diferirse la penitencia para la hora de la muerte.



Punto 1°.- El pecador que difiere su penitencia hasta la hora de la muerte, cuenta 1°, con lo que hará por Dios en sus últimos momentos. Mas esta esperanza es mal fundada; porque acaso ¿hará más que esas vírgenes imprudentes que no estando preparadas anticipadamente para la venida del Esposo, en el instante que llega se esfuerzan en reparar el tiempo perdido? Piden socorro; vuelven con sus lámparas encendidas, y no obstante, cuando llaman a la puerta se les responde: No os conozco; porque su piedad solo es exterior y su corazón no está cambiado.


Punto 2°.- 2°, el pecador cuenta también con lo que Dios hará por él. Tiene por seguro que Dios le dará la gracia de una santa muerte; mas esta gracia final y decisiva, no la debe Dios a nadie, sino que depende únicamente de su voluntad, porque es preciso que la salvación del hombre esté siempre en sus manos. El más grande santo debe siempre temblar porque no está seguro de obtenerla; y vos, pecador, gozáis de una seguridad que este justo no tiene. ¿Acaso os ha prometido Dios esta gracia tan preciosa y tan deseable? Por el contrario, cien veces ha protestado que os la rehusaría. Me buscaréis, dice, y no me hallaréis, y moriréis en vuestro pecado.   

Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

miércoles, 27 de abril de 2016

MEDITACIÓN CXIX (28 DE ABRIL)

MEDITACIÓN CXIX
(28 DE ABRIL)

De la preparación para la muerte



Punto 1°.- Esta preparación debe durar toda la vida. Y así no es permitido ni diferirla ni interrumpirla y por esta razón Jesucristo en su Evangelio no nos dice solamente: Preparaos, sino estad siempre preparados: Estoti parati. Débense pues distinguir dos clases de preparaciones para la muerte. Una actual que precede a las últimas horas de la vida, y otra habitual que comprende todos los instantes de la vida, por el cuidado que pongamos en santificarlos.   

Punto 2°.- Esta preparación habitual no debe disminuir nuestra aplicación a todos los deberes de nuestro estado: por el contrario, debe aumentarla, puesto que para estar siempre en estado de comparecer delante de Dios, debemos dedicarnos a estos deberes con todo el celo y toda la atención de que somos capaces. El verdadero fiel no pierde nunca de vista esta máxima de san Gerónimo: Trabajad, como si debieseis vivir siempre; y vivid como si debieseis siempre morir.   


Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

martes, 26 de abril de 2016

MEDITACIÓN CXVIII (27 DE ABRIL)

MEDITACIÓN CXVIII
(27 DE ABRIL)   

Sobre la falsa idea que se forman los pecadores 
acerca de la misericordia de Dios.  



Punto 1°.- La creen infinita, se creen asegurados y se hacen de esto un título y un motivo para perseverar en sus desórdenes. No se engañan en creer que la misericordia de Dios  es infinita, puesto que lo es en efecto, lo mismo que los demás atributos de Dios, pero se engañan en cuanto que no hacen reflexión que esta misericordia es infinita en un sentido y limitada en el otro. Es infinita, en cuanto a que se extiende a todos los hombres y a todos los pecadores; en que no hace ninguna distinción entre el judío y el gentil, porque todos tienen un mismo Señor que derrama sus riquezas sobre aquellos que lo invocan; en que perdona los crímenes más negros; las maldades más inauditas, y por esta razón ni los más grandes pecadores deben desesperar nunca de su salvación


Punto 2°.- Es limitada, cuando el pecador se obstina, cuando resiste, cuando difiere siempre el convertirse; porque entonces es el Señor cuya paciencia ha cansado, cierra las entrañas de su misericordia, y rehúsa escuchar la voz de aquellos que se han endurecido a la suya. Esto es lo que anunciaba a todo el género humano el Ángel de quien se habla en el Apocalipsis, que poniendo un pie sobre la tierra y el otro sobre el mar, levantó la mano hacia el cielo y juró por el nombre del Eterno, que el tiempo había terminado: Quia tempus non erit amplius; es decir, que el tiempo de la Misericordia había pasado, y que el Señor iba a dar libre curso a su Justicia.  

Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

lunes, 25 de abril de 2016

MEDITACIÓN CXVII (26 DE ABRIL)

MEDITACIÓN CXVII
(26 DE ABRIL)

Que no debe dilatarse la conversión.




Punto 1°.- No dilatéis, dice el sabio, el convertiros al Señor, y no lo difiráis de día en día, porque en primer lugar, no estáis seguro del tiempo. ¿Cuándo vendrá, en efecto, ese tiempo en que os proponéis cambiar de vida? Tal vez estará aún más lleno de los embarazos y de las solicitudes del siglo que este que descuidáis; nuevos lazos, nuevas dificultades, y nuevos obstáculos se opondrán aún a esos proyectos de conversión que nada tienen de verdadero.


Punto 2°.- No estáis seguro de vos mismo. El hombre es inconstante para el bien y constante para el mal. Miráis vuestra conversión como un fruto que no está maduro todavía, pero que madurará en su tiempo; y os figuráis que en ese tiempo vuestras resoluciones serán más firmes, vuestras pasiones menos vivas, vuestras repugnancias menos fuertes y vuestras afecciones menos sensibles. Mas desengañaos; este tiempo podrá venir, pero no os aprovecharéis de él. Ese movimiento de piedad que sentís actualmente, más bien es el que se debilitará, ese deseo de conversión desaparecerá tal vez; os sentiréis más disgustado de la virtud y más afirmado en el vicio; no tendréis ya los mismos sentimientos para con Dios y por vuestra salvación; y sólo seréis el mismo para el mundo y para el pecado.    

Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

domingo, 24 de abril de 2016

MEDITACIÓN CXVI (25 DE ABRIL)

MEDITACIÓN CXVI
(25 DE ABRIL)

Sobre la incertidumbre del porvenir.  



Punto 1°.- El porvenir es incierto, y estamos únicamente ocupados de él. Pensamos siempre en el porvenir y nunca en el presente. Anticipamos el uno como demasiado lento, y dejamos escapar el otro como demasiado pronto. Andamos errando en los tiempos que aún no son, y no pensamos en el único que subsiste y que nos pertenece, no vivimos pero esperamos vivir; Non vivunt homines, sed victuri sunt. Decimos: Iré, haré, obtendré, tal o cual gracia, llegaré a tal grado de elevación y de fortuna. Yo destruiré y volveré a construir, decía el rico insensato de que nos habla el Evangelio, que no creía estar formando proyectos en la víspera de su muerte. 


Punto 2°.- El porvenir es incierto y lo esperamos para entregarnos a Dios. Estáis dilatando de día en día el entregaros enteramente a Dios; esperáis, decís, el haber llegado a una edad más avanzada: ¿Y sabéis si llegaréis? Esperáis la vejez: mas ¿Habrá acaso vejez para vos? Esperáis desprenderos enteramente de una multitud de negocios que os ocupan: ¿y estáis seguro de verles el fin? Esperáis el día venidero: pero ¿habrá ése día para vos? En esta noche se os pedirá cuenta de vuestra alma; y si morís en vuestro pecado, ¿Qué será de vos?    

Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.