martes, 26 de enero de 2016

MEDITACIÓN XXVI (26 DE ENERO)

MEDITACIÓN XXVI
(26 DE ENERO)

Sobre la distinción del pecado mortal y del pecado venial.  




Punto 1°.- No todos los pecados son iguales; unos son mortales, y otros son veniales. No califica Dios de la misma manera la mentira oficiosa y la negra calumnia; la distracción en la oración y el abandono total de ella, el pecado mortal es la muerte del alma, pues le quita la vida de la gracia: el pecado venial la pone solamente en un estado de languidez y de debilidad; el uno la hace enteramente odiosa al Soberano Señor; el otro la hace solamente desagradable a sus ojos; con el uno, no se puede recibir ningún sacramento sin profanarle por un sacrilegio, con el otro se saca menos fruto de los sacramentos, porque se los recibe con menos pureza, el uno es semejante a la muerte que todo lo destruye, y el otro a las enfermedades que alteran y disminuyen las fuerzas del cuerpo sin destruirle. El uno será castigado en la otra vida con penas eternas; el otro con penas rigurosísimas pero de menos duración.  

Punto 2°.- Esta distinción no debe impediros el tener un grande horror al pecado venial: 1° Porque es siempre una ofensa hecha a Dios, ¡y es menester más para aborrecerle, para temerle y para evitarle! 2° No siempre estamos seguros que este pecado que nos parece venial no sea mortal a los ojos del Soberano Juez; pues sus pensamientos y sus juicios están más lejanos de los hombres, que lo que está el cielo de la tierra. El percibe en nuestras acciones mil faltas que a nosotros se nos escapan, porque tomamos el falso vislumbre de nuestro amor por una verdadera luz. 3° Las faltas veniales multiplicadas por nuestra negligencia y nuestra tibieza nos disponen insensiblemente a otras mayores según estas palabras: El que desprecia las faltas pequeñas, poco a poco caerá en las grandes.

AFECTOS Y SUPLICAS

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder


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