MEDITACIÓN
XXVI
(26 DE ENERO)
Sobre la distinción del pecado mortal y del pecado venial.
Punto 1°.- No todos los pecados son iguales; unos son
mortales, y otros son veniales. No califica Dios de la misma manera la
mentira oficiosa y la negra calumnia; la distracción en la oración y el
abandono total de ella, el pecado mortal
es la muerte del alma, pues le quita la vida de la gracia: el pecado venial la
pone solamente en un estado de languidez y de debilidad; el uno la hace
enteramente odiosa al Soberano Señor; el otro la hace solamente desagradable a
sus ojos; con el uno, no se puede recibir ningún sacramento sin profanarle por
un sacrilegio, con el otro se saca menos fruto de los sacramentos, porque se
los recibe con menos pureza, el uno es
semejante a la muerte que todo lo destruye, y el otro a las enfermedades que
alteran y disminuyen las fuerzas del cuerpo sin destruirle. El uno será
castigado en la otra vida con penas eternas; el otro con penas rigurosísimas
pero de menos duración.
Punto 2°.- Esta distinción no debe impediros el tener un grande
horror al pecado venial: 1° Porque es siempre una ofensa hecha a Dios, ¡y es
menester más para aborrecerle, para temerle y para evitarle! 2° No siempre
estamos seguros que este pecado que nos parece venial no sea mortal a los ojos
del Soberano Juez; pues sus pensamientos y sus juicios están más lejanos de los
hombres, que lo que está el cielo de la tierra. El percibe en nuestras acciones
mil faltas que a nosotros se nos escapan, porque tomamos el falso vislumbre de
nuestro amor por una verdadera luz. 3° Las faltas veniales multiplicadas por
nuestra negligencia y nuestra tibieza nos disponen insensiblemente a otras
mayores según estas palabras: El que desprecia las faltas pequeñas, poco a poco
caerá en las grandes.
AFECTOS Y
SUPLICAS
Dios mío,
dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia,
consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder.
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