miércoles, 27 de enero de 2016

MEDITACIÓN XXVIII (28 DE ENERO)

MEDITACIÓN XXVIII
(28 DE ENERO) 

Sobre la pureza de corazón. 



Punto 1°.- La pureza de corazón no es tanto una virtud particular cuanto la reunión completa de todas las virtudes, y por esta razón ella sola puede hacernos dignos de la vista y de la posesión de Dios en el cielo. Bienaventurados los de limpio corazón -decía el Salvador- porque ellos verán a Dios. ¿Y por qué no es prometida esta vista de Dios sino a los que tienen el corazón puro? ¿No será concedida a los humildes, a las almas caritativas, a las almas penitentes y mortificadas? Sin duda que sí, mas Jesucristo solo habla aquí de la pureza del corazón, porque ella sola encierra todas las demás virtudes. Si tenéis el corazón puro, necesariamente seréis humilde, paciente, caritativo, penitente y mortificado.  


Punto 2°.- La pureza del corazón resume todas las virtudes sin mezcla de ningún vicio. Esta exención de mezcla y de alteración es la que constituye propiamente la esencia de la pureza; los elementos son puros, cuando no han recibido ningún cambio que los saque de su simplicidad natural. La luz es pura, cuando no está obscurecida por ninguna nube; la fe es pura, cuando está sometida a todas las verdades reveladas sin mezcla de ningún error. La caridad es pura, cuando se une a Dios sin ninguna división; así la pureza del corazón no admite ningún pensamiento, ni ningún deseo capaz de lastimar la delicadeza de la gracia. El menor apego criminal, el menor vicio establecido en un alma basta para destruirla.   

Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento.
Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor.
Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder.
Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen.
Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción. 
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones.
Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

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