MEDITACIÓN XXVIII
(28 DE ENERO)
Sobre la pureza de corazón.
Punto 1°.- La pureza de corazón
no es tanto una virtud particular cuanto la reunión completa de todas las
virtudes, y por esta razón ella sola puede hacernos dignos de la vista y de
la posesión de Dios en el cielo. Bienaventurados
los de limpio corazón -decía el Salvador- porque ellos verán a Dios. ¿Y por qué no es prometida esta vista de
Dios sino a los que tienen el corazón puro? ¿No será concedida a los humildes,
a las almas caritativas, a las almas penitentes y mortificadas? Sin duda que
sí, mas Jesucristo solo habla aquí de la pureza del corazón, porque ella sola
encierra todas las demás virtudes. Si
tenéis el corazón puro, necesariamente seréis humilde, paciente, caritativo,
penitente y mortificado.
Punto 2°.- La pureza del corazón resume todas las virtudes sin mezcla
de ningún vicio. Esta exención de mezcla y de alteración es la que constituye
propiamente la esencia de la pureza; los elementos son puros, cuando no han
recibido ningún cambio que los saque de su simplicidad natural. La luz es pura,
cuando no está obscurecida por ninguna nube; la fe es pura, cuando está
sometida a todas las verdades reveladas sin mezcla de ningún error. La caridad
es pura, cuando se une a Dios sin ninguna división; así la pureza del corazón
no admite ningún pensamiento, ni ningún deseo capaz de lastimar la delicadeza
de la gracia. El menor apego criminal, el menor vicio establecido en un alma
basta para destruirla.
Oración Universal
Para servir de preparación a la
lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi
esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi
arrepentimiento.
Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os
doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano
defensor.
Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por
vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro
poder.
Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de
que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra
sino por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo
queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad,
purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones
venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes
que me convienen.
Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis
culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo
con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la
mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza
con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros,
paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la
templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis
resoluciones.
Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un
exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la
gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del
cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite
el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro
Señor. Amén.
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