viernes, 29 de enero de 2016

MEDITACIÓN XXIX (29 DE ENERO)

MEDITACIÓN XXIX
(29 DE ENERO)

Sobre los medios de adquirir la pureza del corazón
 



Punto 1°.- Estos medios son 1° una atención extrema sobre sí mismo. “Hijo mío, decía el Sabio, guardad vuestro corazón con todo el cuidado posible, porque de él es de quien procede la vida”. ¿Y qué vida? La vida de la gracia. Esta vida preciosa y sobrenatural que sólo se conserva por la pureza del corazón; un solo pensamiento, un solo deseo, una sola mirada, una sola palabra contraria a la ley de Dios, basta para quitárosla. Estad pues siempre atentos en lo interior y en lo exterior; cerrad todas las avenidas de vuestro corazón y todas las puertas de vuestros sentidos al enemigo de vuestra salvación que procura penetrar en ellos: un soplo envenenado se extiende por todas partes y está siempre pronto a afectaros. Poned pues un freno a vuestros deseos y una guarda a vuestra boca, a fin de que vuestro corazón no pueda ser profanado ni por el desarreglo de vuestros pensamientos, ni por la indecencia o malignidad de vuestros discursos.


Punto 2°.- Recurrir continuamente a la gracia de Dios. Un hombre débil y frágil no conservará jamás la pureza del corazón en medio de los peligros del mundo si no es ayudado y sostenido continuamente por la gracia; se pierde, se extravía a cada instante si ella no viene a su socorro. Y así, debe pedirla, pues nada le impide elevar su alma a Dios para decirle: No me abandones Señor a mi propia debilidad; estad siempre conmigo para ayudarme a purificar un corazón que sólo habéis creado para vos y que no quiere ser sino de vos

Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento.
Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor.
Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder.
Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen.
Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción. 
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones.
Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

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