miércoles, 30 de noviembre de 2016

MEDITACIÓN CCCXXXVI (1° DE DICIEMBRE)

MEDITACIÓN CCCXXXVI
(1° DE DICIEMBRE)

Sobre el olvido de los pecados en la confesión.



Punto 1°.- Se falta algunas veces en acusarse en la confesión, porque se ha perdido el recuerdo de los pecados, y este olvido nos hace culpables cuando es voluntario en un principio. Porque aunque no seamos responsables delante de Dios de las infidelidades de nuestra memoria, sucede muchas veces que nos es infiel por nuestra culpa; cuando nos examinamos raras veces, o muy superficialmente; y cuando nos contentamos con dar una ojeada sobre los innumerables pecados que puede producir una vida mundana y disipada.  


Punto 2°.- No debemos, por evitar este olvido, llevar al exceso el examen de nuestras acciones. Dios es demasiado justo para hacernos un crimen de un olvido absolutamente involuntario, y que viniera únicamente de nuestra debilidad o fragilidad de nuestra memoria. Sin duda quiere que examinemos nuestra conciencia con todo el cuidado de la atención de que seamos capaces; pero no exige nada más allá de lo posible y de la medida justa y razonable de esta atención.   

Oración Universal 

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.  

martes, 29 de noviembre de 2016

MEDITACIÓN CCCXXXV (30 DE NOVIEMBRE)

MEDITACIÓN CCCXXXV
(30 DE NOVIEMBRE)

Sobre el conocimiento de los pecados que hemos cometido.



Punto 1°.- Muchas veces se ignoran los pecados 1°.- Porque se descuida el conocerlos. Y esta negligencia, dice San Bernardo, puede tener dos principios: 1°. La indiferencia, sciendi incuria. Cuando se trata de los negocios del mundo, se quieren saber a fondo, y no se perdona estudio ni trabajo para conocerlos perfectamente: Más si por el contrario, se trata de conocer el justo estado de su conciencia, ya no se tiene el mismo empeño ni la misma inquietud; 2°. La pereza, discendi desidia. Estamos acostumbrados a vivir en la disipación, sin reflexionar sobre nosotros mismos sin atender lo que pasa en nuestro corazón. Costaría demasiado pensar, y reflexionar en ello, para darse una cuenta exacta de sus pensamientos, deseos, palabras y acciones; y es más corto y más cómodo presentarse al tribunal de la penitencia, sin tomarse en el trabajo de adquirir; un conocimiento exacto de todos sus pecados.


Punto 2°.- Se ignoran, porque se teme conocerlos, y esto mira principalmente los pecados que tienen relación con nuestra pasión dominante, y que por esto tocan e interesan más nuestro amor propio. Nuestra conciencia nos lo haría percibir si estuviese ilustrada; pero sabemos envolverla en nuestros errores, cuando no tenemos valor para resistir a sus luces: es un testigo a quien se corrompe, un cómplice a quien se hace callar, un censor a quien se hace callar, un censor a quien se gana, se apacigua y se sabe hacerlo ciego o complaciente.    

Oración Universal 

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.  

lunes, 28 de noviembre de 2016

MEDITACIÓN CCCXXXIV (29 DE NOVIEMBRE)

MEDITACIÓN CCCXXXIV
(29 DE NOVIEMBRE)

Sobre la confesión de los pecados.



Parte 1°.- Esta confesión es absolutamente necesaria, fuera del caso en que sea absolutamente imposible. No hay pecado perdonado, si primero no es acusado y confesado; y en el sacramento de la penitencia es en donde se encuentran la misericordia y la verdad; Misericordia et veritas obiaverunt sibi. El pecador viene a buscar allí la misericordia, y para encontrarla, es necesario que traiga una acusación de conforme a la más exacta verdad. Si engaña al ministro del Señor, se engaña a sí mismo; en vano implora la misericordia de Dios si rehúsa decir la verdad, no puede ser reconciliado si no es sincero; y aún aumenta el número de sus pecados ocultando o disfrazando los que ha cometido, puesto que añade una mentira dicha a Dios, en la persona del ministro que le representa.


Punto 2°.- Esta confesión no siempre es exacta y sincera. No pudiendo el demonio poner obstáculo a los efectos de la misericordia de Dios, detiene la verdad, en la boca del pecador. ¿Cómo ha tentado Satanás vuestro corazón, decía el Apóstol San Pedro al infiel Ananías, hasta haceros mentir al Espíritu Santo? Y al instante este desgraciado cayó muerto a los pies del apóstol; figura terrible de un pecador que da la muerte a su alma, callando su pecado.    

Oración Universal 

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.  

domingo, 27 de noviembre de 2016

MEDITACIÓN CCCXXXIII (28 DE NOVIEMBRE)

MEDITACIÓN CCCXXXIII
(28 DE NOVIEMBRE) 

Sobre la dificultad de la salvación.



Punto 1°.-  Jesucristo no nos lo ha disimulado, sino que nos ha dicho que el camino del cielo es estrecho y difícil, y que era necesario hacerse una violencia continua para caminar por él. La mayor parte de los hombres se espantan con estas máximas porque no fijan lo bastante su atención en el poder de la gracia. Para conocerla, considerad desde luego lo que puede en el corazón de los hombres el deseo de los bienes de este mundo; ¿Cuántas dificultades no tienen que vencer para obtenerlos? Este deseo da actividad a los perezosos, y los hace vivir en un trabajo penoso y continuo; da ánimo a los cobardes; y los transporta en medio de los peligros de la guerra, da industria a los artistas y les sugiere los artificios más propios para conseguir su intento.


Punto 2°.- La gracia tiene más poder para conducirnos a la salvación, que lo que el mundo tiene para seducirnos, acordémonos que lo que es imposible a los hombres, es posible a Dios, y que todo lo podemos en aquel que nos fortifica: Venid a mí; nos dice, los que estáis cargados y abrumados, y yo os aliviaré. Venid a mí hombres débiles y frágiles, pecadores abrumados bajo el peso de vuestras iniquidades, que gemís con la multitud de vuestros pecados, y que os espantáis con la grandeza de vuestros deberes, y experimentaréis que mi yugo es suave y mi carga es ligera; porque no la llevaréis solos, sino que yo emplearé toda la fuerza de mi brazo omnipotente para ayudaros a sostenerla.     

Oración Universal 

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.  

sábado, 26 de noviembre de 2016

MEDITACIÓN CCCXXXII (27 DE NOVIEMBRE)

MEDITACIÓN CCCXXXII
(27 DE NOVIEMBRE)

Sobre el deseo de la salvación.



Punto 1°.- Cualidades de este deseo. Un verdadero cristiano no desea nada en el mundo más que su salvación, 1°. Porque este es su soberano bien y su último fin; 2°. Nada en el mundo desea tanto como su salvación porque sería quitar a este bien supremo el carácter de superioridad y de excelencia que le es propio, el compararlo a los bienes frágiles y perecederos de esta vida mortal; 3°. No desea ningún bien sino con respecto a su salvación.


Punto 2°.- Este deseo de la salvación debe principalmente manifestarse en nuestras oraciones. Cuando pedís a Dios cualquier otro bien, vuestras peticiones deben ser condicionales y sumisas; más cuando es vuestra misma salvación lo que pedís ya no hay condición ni sumisión propia si no que deben ser absolutas y sin ninguna restricción, porque estáis seguro que vuestra petición es conforme a la voluntad de Dios. Y así, no le decís; Salvadme Señor, supuesto que el deseo que tengo de mi salvación porque sé que es un buen deseo, un deseo justo y razonable un deseo que vos mismo me habéis inspirado.     

Oración Universal 

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.  

viernes, 25 de noviembre de 2016

MEDITACION CCCXXXI (26 DE NOVIEMBRE)

MEDITACION CCCXXXI
(26 DE NOVIEMBRE) 

Sobre la venganza.



Punto 1°.- La ley de Dios nos prohíbe toda especie de venganza personal y particular. No siempre es la venganza por el asesinato o el homicidio; hay unas venganzas sordas y encubiertas y otras venganzas estrepitosas; unas paliadas y otras descubiertas, unas de acción y otras de palabras. Se vengan unos por burlas por murmuraciones y por calumnias; se vengan otros, por pláticas envenenadas que excitan la venganza de los otros; se vengan éstos por un olvido afectado, por una negativa, por una falta de atención y de miramiento; se vengan aquellos a veces por solo el aire del semblante, por un tono de frialdad, de indiferencia o de disgusto. Debemos observar y especificar todas estas diferencias cuando queremos conocer nuestros pecados en el examen de conciencia, y acusarlos en la confesión.


Punto 2°.- Esta ley nos parece dura, pero viene de Dios: Haec est voluntas Dei. Tal es la orden precisa y la voluntad del soberano Señor. Ego autem dico vobis: Diligite inimicos vestros. Yo soy quien os lo digo: Amad a vuestros enemigos, y por consiguiente no os venguéis jamás y estad siempre dispuestos a perdonarles cualquiera injuria que os hagan. No hay duda que solo un Dios puede exigir de nosotros tan grande sacrificio,   pero lo exige; Yo soy quien os lo digo. He aquí una palabra imperiosa que debe necesariamente cautivar nuestra obediencia. Oponed a este Yo, todos los pretextos que se emplean para autorizar la venganza, y encontrareis en esta sola palabra una fuerza superior y dominante que responde a todo lo dicho.    

Oración Universal 

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.