lunes, 29 de febrero de 2016

MEDITACIÓN LXI (1° DE MARZO)

MEDITACIÓN LXI
(1° DE MARZO)  

Sobre el amor desarreglado de sí mismo.  



Punto 1°.- Es natural amarse a sí mismo, y Dios no lo prohíbe puesto que es un sentimiento que Él mismo ha impreso en nuestra alma; pero es necesario arreglar este amor: El que se ama sólo para la vida presente es enemigo de sí mismo; parece que sólo se ocupa de su felicidad, de sus interés, de sus placeres y de sus diversiones, pero en el fondo se aleja a cada instante del verdadero centro de su felicidad, y viene a ser él mismo el autor y el instrumento de su ruina; cava con sus propias manos el precipicio espantoso que ha de tragarle y atormentarle eternamente. ¿Y podría nunca el odio más furioso y más envenenado desearle y hacerle sufrir en este mundo males comparables a los que él se prepara en el otro?   

Punto 2°.-  El verdadero cristiano se ama sólo para la vida futura. Esta sin cesar en guerra consigo mismo para combatir las inclinaciones viciosas de la naturaleza. Se domina, se mortifica para observar la ley de Dios, abraza con ardor todo lo que esta le manda, y evita todo lo que le prohíbe. ¡Qué furor! Dicen los mundanos; ¿qué odio incomprensible de sí mismo puede llevar a un hombre a vivir en una sujeción semejante? Su sorpresa es una señal de su ceguedad; pues no ven que este justo que trabaja por su felicidad en el porvenir entiende mucho mejor sus verdaderos intereses que aquellos que sólo se aman para el tiempo presente.   

Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

domingo, 28 de febrero de 2016

MEDITACIÓN LX (29 DE FEBRERO)

MEDITACIÓN LX
(29 DE FEBRERO)  

Sobre la severidad de nuestros juicios respecto del prójimo.



Punto 1°.- Muchas veces juzgamos al prójimo con demasiada severidad. Tenemos casi siempre dos pesos y dos medidas; una para el prójimo y otra para nosotros. Si se trata de condenarle somos inexorables para con sus menores faltas: nuestra malignidad natural las aumenta a nuestros ojos, y no hacemos reflexión que juzgando a nuestros hermanos con tanto rigor preparamos contra nosotros mismos un juicio riguroso, que será mucho más terrible para nosotros que el nuestro lo es para con ellos, puesto que Jesucristo ha dicho: Seréis juzgados como hayáis juzgado a los demás.     

Punto 2°.- Nos juzgamos a nosotros con demasiada indulgencia. 1°. Porque ignoramos nuestras faltas, y en lugar de escuchar la voz de nuestra conciencia que nos las reprocha, solo escuchamos la voz de nuestro amor propio que nos las disfraza. 2°. Porque cuando no podemos dejar de advertirlas nunca nos faltan vanos pretextos para erigirlas en virtudes. El avaro se persuade que no pasa los límites de una prudente economía, y el disipador cree merecer la gloria de un alma noble y generosa. Estad siempre en guardia contra unas ilusiones tan comunes y peligrosas, y pidamos al Señor que las disipe con la luz de su gracia.   

Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

sábado, 27 de febrero de 2016

MEDITACIÓN LIX (28 DE FEBRERO)

MEDITACIÓN LIX
(28 DE FEBRERO)

Sobre el amor propio.



Punto 1°.- El amor propio nos hace atentos y perspicaces para ver las faltas de los otros. 1°. Atentos: casi no nos fijamos en las buenas cualidades que pueden tener; sólo nos ocupamos en notar sus faltas, y no perdonamos cuidados ni indagaciones para conocerlas. Queremos saber todo lo que hay reprensible en su conducta, porque nos imaginamos que lo que puede oscurecer su reputación, es como una sombra que sirve para aumentar el resplandor de la nuestra. 2°.- Perspicaces: No nos falta nunca sagacidad y penetración cuando se trata de conocer las faltas de otro: pues nuestro amor propio es un hábil maestro que no nos deja ignorar nada de lo que cree poder serle ventajoso. Mas esta atención, y esta aplicación maligna a las faltas del prójimo, es un pecado contra la caridad que alimenta continuamente nuestras maledicencias y nos lleva sin cesar a provocar y a autorizar las maledicencias de los demás.  


Punto 2°.- El amor propio nos hace ciegos sobre nuestras propias faltas. Y esta ceguedad llega al grado de hacernos vituperar en los demás unas faltas y unos excesos que cometemos nosotros todos los días. Oímos a un avaro declamar contra la avaricia, a un disipador contra las locas prodigalidades. Attende tibi: ¡Ah! Pensad en vos, cuidaos a vos, y rogad al Señor que os haga tan atentos y tan perspicaces acerca de vuestras propias faltas, cuando la malignidad del amor propio acostumbra serlo para con las de los otros.  

Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

viernes, 26 de febrero de 2016

MEDITACIÓN LVIII (27 DE FEBRERO)

MEDITACIÓN LVIII
(27 DE FEBRERO)   

Sobre los falsos deseos de la salvación.  



Punto 1°.- Unos son deseos vagos é indeterminados que permanecen sin efecto. Bien podremos decir: Quiero trabajar por mi salvación, ya es tiempo de pensar en ello y quiero ocuparme seriamente del único necesario mas no dirán: Es pues necesario que yo ponga desde hoy más orden y más arreglo en mis ocupaciones; que fije un tiempo para la oración, un tiempo para el trabajo y para todos los demás deberes de mi estado, debo pues aprovechar tal o cual ocasión para santificar mi vida con las buenas obras; debo renunciar para siempre a este pecado; y aplicarme a desarraigar este habito vicioso. Se quiere la salvación en general, sin poner los medios necesarios y particulares que nos conducen a ella.    

Punto 2°.- Otros son unos deseos limitados en la elección de los medios que se deben tomar para obrar su salvación. Estos medios son muy extensos, puesto que consisten: 1°. En la práctica de todos los deberes. 2°. En la reunión de todas las virtudes cristianas. 3°. En el alejamiento de todos los pecados y de todos los vicios. Ahora bien, ¿qué hacen la mayor parte de los hombres? No se dedican para obrar su salvación, sino a los deberes que menos les molestan, que son más conformes a su carácter y a su humor, y se dispensan de los otros. No reflexionan que una obediencia imperfecta a la ley de Dios, no nos hace dignos del cielo; porque basta hacer una sola excepción para hacernos indignos de él.  

Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

jueves, 25 de febrero de 2016

MEDITACIÓN LVII (26 DE FEBRERO)

MEDITACIÓN LVII
(26 DE FEBRERO) 

Sobre el despego de los bienes de este mundo.



Punto 1°.- Éste es necesario para nuestra salvación; pues no se puede servir a dos amos a la vez. Por consiguiente, si nos apegamos a los bienes de este mundo no estamos ya unidos con Dios; porque no se trata aquí de un servicio exterior, sino de un servicio interior de unión y de afecto. El justo, pareciendo que obra y trabaja por los bienes de este mundo, propiamente no sirve más que a Dios, pues no trabaja sino por agradarle. El pecador por el contrario, que se apega únicamente a los bienes de este mundo, no obra ni trabaja sino por obtenerlos: y así, ya no se une a Dios, y desde luego se pierde, se extravía y renuncia a su salvación.    

Punto 2°.- Este despego es necesario para nuestra tranquilidad. ¿Qué es lo que causa la turbación, y la desolación en el corazón de los mundanos? La pérdida y la privación de los bienes de este mundo. Jamás están contentos, nunca están saciados, porque nunca tienen lo bastante para saciar sus deseos; y cuando os hablan con confianza, no os hablan más que de sus desgracias, de sus inquietudes y de sus penas. Por el contrario, feliz el alma enteramente despegada de los bienes de este mundo; sufre la privación sin dolor, y su pérdida sin pesar, porque le queda Dios, y este Dios es el centro de todos sus deseos y el único objeto de su amor.

Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

miércoles, 24 de febrero de 2016

MEDITACIÓN LVI (25 DE FEBRERO)

MEDITACIÓN LVI
(25 DE FEBRERO)

Sobre la renuncia del mundo.



Punto 1°.- Hay un mundo al cual todo cristiano está obligado a renunciar. Este mundo es aquel por el cual Jesucristo no quiso rogar, non pro mundo rogo; este es el mundo de quien Satanás es dueño y soberano, prínceps hujus mundi. No es difícil conocerlo, pues está en todas partes donde reina la ambición, la avaricia, la impiedad, la molicie y la voluptuosidad. He aquí, el mundo al cual todo cristiano está obligado a renunciar; 1°. Por las obligaciones de su Bautismo. 2°. Por este precepto señalado en la epístola de san Juan: Nolite diligere mundum, no améis al mundo.   


Punto 2°.- ¿Cómo puede cumplirse con esta obligación cuando se vive en el mundo? Se puede ciertamente renunciar al mundo sin retirarse a un desierto. El apóstol san Juan no nos manda dejar el mundo sino que nos prohíbe amarlo. Y así se cumple con esta obligación llevando una vida diferente a la de los mundanos, detestando en el fondo del corazón sus vicios, sus falsas máximas, sus errores y sus preocupaciones. José cumplía con esta obligación, en la corte del Faraón, sirviendo con fidelidad al Dios de Jacob en medio de un pueblo idolatra; Ester la cumplía en la corte de Asuero diciendo: Tu scis necessitatem mean. Yo gimo oh Dios mío, por la necesidad que me obliga a vivir en mundo que no cesa de ofenderos.   

Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor