MEDITACIÓN CCXIV
(1° DE AGOSTO)
De la relación que tiene la
humildad cristiana
con las demás virtudes.
Punto 1°.- La fe,
la esperanza y la caridad, que encierran nuestros principales deberes para con
Dios, no se sostienen sino por la humildad. 1°. La fe ilustra a los espíritus humildes, dóciles y sumisos; mientras que
el orgullo apaga o rechaza todas sus luces, según estas palabras: Habéis ocultado estos misterios a los sabios
y a los prudentes del siglo, y los habéis revelado a los humildes. 2°. La esperanza es el recurso y el consuelo de
los humildes, que desconfían de sí mismos, y ponen en Dios toda su confianza.
3°. La caridad, que consiste en amar a
Dios, es igualmente la herencia de los humildes, que saben que todo lo que
tienen viene de su Majestad, y no subsisten sino por su bondad.
Punto 2°.- La humildad es también el sostén de las otras virtudes
que encierran nuestros deberes para con el prójimo. Siempre hay altercados y querellas entre
los orgullosos, dice el Sabio; se
quejan de todo; nada encuentran a su gusto, y solo procuran desgarrarse y
destruirse mutuamente. Los humildes,
por el contrario, están contentos de todo; de nada se quejan; no ambicionan
distinciones ni preferencias; y siempre se imaginan que se les trata más
favorablemente de lo que merecen; y por esto conservan la paz con Dios, con el
prójimo y consigo mismos.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo
creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os
amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi
arrepentimiento.
Yo os adoro
como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy
gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano
defensor.
Dios mío,
dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra
justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro
poder.
Yo os consagro
mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en
adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino
por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío,
ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones
venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las
virtudes que me convienen.
Llenad mi
corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de
celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo
procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con
mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi
socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la
mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la
tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis
que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en
mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis
resoluciones.
Señor,
inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior
modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío,
descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo,
la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.