MEDITACIÓN
XX
(20 DE ENERO)
Sobre el estado de perfección.
Punto 1°.- No todos los cristianos están obligados a abrazar un estado de perfección. Este estado consiste en retirarse del
mundo, dejar sus bienes y obligarse por unas promesas particulares a la
práctica de los consejos evangélicos; este es el estado de los perfectos; más
Jesucristo no nos obliga a abrazarle. Si
quieres ser prefecto -decía a aquel joven que le suplicaba le enseñase el
camino de la salvación-, vende tus
bienes, dalos a los pobres y sígueme. Si
quieres, Si vais. Luego, le dejaba en
libertad de quererlo o de abstenerse; no era un precepto que le daba, era un
consejo cuya práctica dejaba a su elección. Sucede a veces, que el disgusto
del mundo junto con un gran deseo de nuestra salvación nos llevaría a dejarle
para siempre; mas esta es una ilusión sobre todo para el que está atado al
mundo con lazos indisolubles. Santificaos en vuestro estado, esto es lo que
Dios pide de vos, y este es el verdadero medio de agradarle y de merecer el
cielo.
Punto2°.- Todo cristiano está obligado a aspirar a la
perfección de su estado. Dice el Salvador: Sed perfectos, como vuestro
Padre celestial es perfecto: esta
palabra no puede ser entendida sino de la perfección propia de cada estado,
puesto que Jesucristo no pretendía por sus preceptos desarreglar el orden de la
sociedad. Así pues, debéis aspirar a la perfección propia de vuestro
estado; esto es en lo que debéis trabajar sin interrupción y sin descanso todos
los días de vuestra vida.
AFECTOS Y SUPLICAS
Divino
corazón de Jesús, haced de mi vida ofrenda eterna de amor; os entrego mis
deberes, mis ocupaciones, purificadlos con vuestra celestial presencia y que
todo lo que haga sea de vuestro agrado.
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