MEDITACIÓN
XIX
(19 DE ENERO)
Sobre la
dulzura.
Punto 1°.- ¿Cuál debe ser el principio de la dulzura
que se nos recomienda en el Evangelio? Se ven algunas almas llenas de
dulzura, mas ésta no es sino una virtud natural, una virtud de temperamento que
no pide ningún esfuerzo y que por consiguiente no puede ser de ningún mérito;
hay otras que no son dulces sino porque son insensibles; nada las turba, porque
nada las afecta.
Otras finalmente, sólo tienen una dulzura artificiosa e
hipócrita que aparece en su semblante y en sus discursos y que no sirve más que
para cubrir los negros sentimientos que tienen en el alma.
La dulzura evangélica no es un don de la naturaleza, es susceptible de
sensibilidad y está exenta de disimulo y artificio. Es un don de la gracia y
tiene su principio en esa Caridad divina que todo lo sufre.
Punto 2°.- ¿Cuáles son sus efectos? 1°. Nos hace agradables a Dios, quien ama
singularmente a las almas dulces e indulgentes. David estaba tan persuadido
de esto, que no veía cualidad más propia para atraerle las gracias de Dios. Señor, le decía, acordaos de David y sobre todo de ese espíritu de dulzura y de
mansedumbre que ha hecho siempre su carácter. 2°. Nos hace agradables a los hombres a quienes los arrebatos de un
alma dura, orgullosa y difícil alejan de nosotros. 3°. Nos hace aptos para corregir las faltas de los que nos están
sometidos. 4°. Es de una extensión
casi infinita, y por consiguiente de un mérito muy grande por el número y la
continuidad de sus sacrificios.
AFECTOS Y
SUPLICAS
Mi Jesús y
mi todo: Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo
queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
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