MEDITACIÓN
CCXLV
(1° DE SEPTIEMBRE)
De los juicios que son temerarios
por falta de conocimiento.
Punto 1°.- Vosotros juzgáis sin examen, según las
apariencias, las conjeturas y la verosimilitud, según los rumores que corren
entre todas las gentes y que no tienen ningún autor cierto. Juzgáis según las relaciones de gentes
interesadas en engañaros, que sólo procuran robar vuestra estimación, y
arrebatarla a los que son más dignos de ella. Más no bastan las conjeturas y la
verosimilitud para autorizar un juicio; es preciso aquí la certeza y la
seguridad, y vosotros no la tenéis, y ni aun queréis tomaros el trabajo de
buscarla.
Punto 2°.- Hacéis
más todavía; no contento con juzgar de las acciones, juzgáis también de las intenciones.
¿Y qué cosa hay más temeraria? Sólo Dios
tiene la llave del corazón, se ha reservado para sí este conocimiento, y nada
irrita más a un juez contra un criminal, como el verle atacar sus derechos más
inviolables, usurpando sobre él el poder de pronunciar unos juicios sobre lo
que no tiene conocimiento. ¿Quién puede
pues, haberos enseñado lo que pasa en los repliegues secretos del corazón
humano? Apenas conocéis vuestro propio corazón, ¿cómo podríais juzgar del de
los otros?
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo
creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os
amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi
arrepentimiento.
Yo os adoro
como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy
gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano
defensor.
Dios mío,
dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra
justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro
poder.
Yo os consagro
mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en
adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino
por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío,
ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones
venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las
virtudes que me convienen.
Llenad mi
corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de
celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo
procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con
mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi
socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la
mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la
tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis
que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en
mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis
resoluciones.
Señor,
inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior
modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío,
descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo,
la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
Haced
que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el
infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro
Señor.