MEDITACIÓN CLXXXII
(30 DE JUNIO)
Sobre el lujo.
Punto 1°.- Unos dan en
un lujo general que se extiende a todo. Quieren brillar en todo; y no
siguen en sus gastos otra regla que su voluntad que abraza con igual ardor todo
lo que la moda engendra, todo lo que la vanidad inspira, y todo lo que el
capricho es capaz de sugerir. En vano la
religión les dice. Limitaos a lo puro necesario, relativamente a vuestro
estado: se hacen sordos a su voz y sólo escuchan a los aduladores ávidos e
interesados que aplauden todas sus prodigalidades, porque se aprovechan de
ellas.
Punto 2°.- Otros dan
en un lujo de fantasía. Llevan hasta el exceso ciertos gastos de gusto y de
capricho, para los cuales no perdonan nada, mientras que son moderados y aun a
veces avaros en todos los demás. Así el
rico malo daba principalmente en el lujo de la mesa y de los vestidos. Vestía de púrpura y de lino, y todos los
días se sentaba a una mesa suntuosa; no obstante, fue sepultado en el
infierno, no por haber sido rico, dice San Crisóstomo, sino por haber hecho mal
uso de sus riquezas.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo
creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os
amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi
arrepentimiento.
Yo os adoro
como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy
gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano
defensor.
Dios mío,
dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra
justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro
poder.
Yo os consagro
mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en
adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino
por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío,
ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones
venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las
virtudes que me convienen.
Llenad mi
corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de
celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo
procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con
mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi
socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la
mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la
tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis
que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en
mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis
resoluciones.
Señor,
inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior
modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío,
descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo,
la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.