viernes, 15 de julio de 2016

MEDITACIÓN CXCVIII (16 DE JULIO)

MEDITACIÓN CXCVIII
(16 DE JULIO)

De los deberes de los padres para con sus hijos.



Punto 1°.- No basta formarlos para el mundo, es todavía más importante educarlos y formarlos para el cielo: 1°. Por medio de sólidas y frecuentes instrucciones. 2°. Por los buenos ejemplos; sin los cuales las más bellas instrucciones serán estériles e infructuosas. Y ¿Qué ejemplo les dáis, si no os ven ocupados más que en gozar de los falsos bienes de este mundo, y en violar todas las reglas del Evangelio, para satisfacer mil proyectos de ambición y vanidad? ¿Cómo podréis inspirarles sentimientos de religión, si echan de ver que no la practicáis?


Punto 2°.- ¿Cuáles son las instrucciones que más importa darles? Todas están encerradas en estas palabras que el Espíritu Santo dirige a todos los padres: Tened cuidado, les dice, de dar a conocer a vuestros hijos los santos mandamientos del Señor, a fin de que pongan en él toda su esperanza; que no olviden jamás las maravillas que ha hecho en favor de vuestros padres, y que piensen de día y de noche en meditar y practicar su santa ley. Tales son los bienes con que se les debe formar un fondo considerable; tales son los tesoros que, principalmente, deben procurar adquirirles. Cualquier fortuna que les dejaseis después de vuestra muerte, la mejor parte de su herencia será siempre el amor y temor de Dios; la caridad, la justicia, las oraciones de los pobres, y las bendiciones del cielo: que el efecto casi infalible de estas oraciones no puede dejar de atraer sobre ellos.    

Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

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