MEDITACIÓN CXCVIII
(16 DE JULIO)
De los deberes de los padres para
con sus hijos.
Punto 1°.- No basta formarlos para
el mundo, es todavía más importante educarlos y formarlos para el cielo: 1°. Por medio de sólidas y frecuentes instrucciones.
2°. Por los buenos ejemplos; sin los cuales las más bellas instrucciones serán
estériles e infructuosas. Y ¿Qué ejemplo
les dáis, si no os ven ocupados más que en gozar de los falsos bienes de este
mundo, y en violar todas las reglas del Evangelio, para satisfacer mil
proyectos de ambición y vanidad? ¿Cómo podréis inspirarles sentimientos de
religión, si echan de ver que no la practicáis?
Punto 2°.- ¿Cuáles son
las instrucciones que más importa darles? Todas están encerradas en
estas palabras que el Espíritu Santo dirige a todos los padres: Tened cuidado, les dice, de dar a conocer a vuestros hijos los santos
mandamientos del Señor, a fin de que pongan en él toda su esperanza; que no
olviden jamás las maravillas que ha hecho en favor de vuestros padres, y que
piensen de día y de noche en meditar y practicar su santa ley. Tales son
los bienes con que se les debe formar un fondo considerable; tales son los
tesoros que, principalmente, deben procurar adquirirles. Cualquier fortuna que les dejaseis después de vuestra muerte, la mejor
parte de su herencia será siempre el amor y temor de Dios; la caridad, la
justicia, las oraciones de los pobres, y las bendiciones del cielo: que el
efecto casi infalible de estas oraciones no puede dejar de atraer sobre ellos.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento.
Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor.
Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder.
Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen.
Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones.
Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.
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