viernes, 1 de julio de 2016

MEDITACIÓN CLXXXIII (1° DE JULIO)



MEDITACIÓN CLXXXIII
(1° DE JULIO) 

De la ceguedad de los mundanos respecto 
de las exigencias esenciales de su condición.  




 Punto 1°.- Esta ceguedad es la que les hace violar tan tranquilamente el precepto de la limosna, porque les impide reconocer en sus bienes nada superfluo que pueda pertenecer a los pobres, y que estén obligados a emplear en su socorro. Es difícil que se cieguen acerca de la cantidad de sus rentas, creyéndose más ricos de lo que son en efecto: conocen bien sus propiedades; saben sus límites, su medida y extensión; mas casi todos están ciegos o afecta estarlo acerca de las exigencias esenciales de su estado. Se forman de ellas una idea tan falsa y tan exagerada, que jamás se persuaden que sus gastos sean superiores a su condición; por el contrario, sostienen que falta mucho para que le igualen. 

Punto 2°.- Regla que debe seguirse para disipar esta ceguedad. Consiste en arreglar sus gastos no según lo permite la condición; sino según lo exige. La religión no pretende reduciros a una sencillez que os degrade; pero tampoco da a los gastos que os convienen toda la extensión que el mundo le da. Pretendéis que tales gastos no son superiores a vuestra condición: pero esto no basta; es preciso ver lo que quitar de ellos, sin que vuestra condición se degrade; porque todo lo que puede quitarse sin perjuicio de ella, es un exceso, una superfluidad visible que la religión condena, y que os obliga, por un precepto riguroso, a emplearlo en obras de caridad.   



Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

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