MEDITACIÓN CLXXXVIII
(6 DE JULIO)
De la caridad para con los pobres.
Punto 1°.- La caridad debe
extenderse a todos los pobres que podamos aliviar. Porque Jesucristo en el día del último juicio dirá a
los réprobos. Yd, malditos, al fuego eterno;
porque, añadirá, lo que habéis
rehusado al más pequeño de los míos, es decir, al más pequeño de los
pobres, a mi es a quien lo habéis negado.
No debo pues dejar un solo pobre sin
asistirle según mi posibilidad; medida por las reglas de la prudencia cristiana;
y si falto a ello, Jesucristo me lo mostrará el día del último juicio y me
dirá: Faltando a la caridad para con este joven, habéis faltado para conmigo
mismo.
Punto 2°.- La caridad
debe ser atenta y vigilante. Notad que Jesucristo no dirá: Lo
que habéis positivamente negado, sino: Lo
que no habéis hecho. Así es que si
se encuentra, no solamente a mi vista, sino en cualquier lugar del mundo que
pueda estar, estando al alcance de mi conocimiento y de mi socorro, un pobre,
un desgraciado que perezca, porque en lugar de aliviarle cuando tenía los
medios y la facilidad de hacerlo, haya empleado mi tiempo y mis bienes, en
diversiones mundanas y frívolas, Jesucristo me lo echará en cara en el día del
juicio y me dirá: Lo que no habéis hecho
por este desgraciado, por mí es por quien no lo habéis hecho; lo habéis
dejado languidecer en el hambre y en la miseria, cuando podíais conocer sus
necesidades y aliviarlas; a mí es a quien habéis abandonado.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo
creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os
amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi
arrepentimiento.
Yo os adoro
como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy
gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano
defensor.
Dios mío,
dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra
justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro
poder.
Yo os consagro
mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en
adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino
por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío,
ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones
venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las
virtudes que me convienen.
Llenad mi
corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de
celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo
procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con
mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi
socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la
mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la
tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis
que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en
mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis
resoluciones.
Señor,
inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior
modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío,
descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo,
la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
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