martes, 5 de julio de 2016

MEDITACIÓN CLXXXVIII (6 DE JULIO)



MEDITACIÓN CLXXXVIII
(6 DE JULIO)

De la caridad para con los pobres.




Punto 1°.- La caridad debe extenderse a todos los pobres que podamos aliviar. Porque Jesucristo en el día del último juicio dirá a los réprobos. Yd, malditos, al fuego eterno; porque, añadirá, lo que habéis rehusado al más pequeño de los míos, es decir, al más pequeño de los pobres, a mi es a quien lo habéis negado. No debo pues dejar un solo pobre sin asistirle según mi posibilidad; medida por las reglas de la prudencia cristiana; y si falto a ello, Jesucristo me lo mostrará el día del último juicio y me dirá: Faltando a la caridad para con este joven, habéis faltado para conmigo mismo.

Punto 2°.- La caridad debe ser atenta y vigilante. Notad que Jesucristo no dirá: Lo que habéis positivamente negado, sino: Lo que no habéis hecho. Así es que si se encuentra, no solamente a mi vista, sino en cualquier lugar del mundo que pueda estar, estando al alcance de mi conocimiento y de mi socorro, un pobre, un desgraciado que perezca, porque en lugar de aliviarle cuando tenía los medios y la facilidad de hacerlo, haya empleado mi tiempo y mis bienes, en diversiones mundanas y frívolas, Jesucristo me lo echará en cara en el día del juicio y me dirá: Lo que no habéis hecho por este desgraciado, por mí es por quien no lo habéis hecho; lo habéis dejado languidecer en el hambre y en la miseria, cuando podíais conocer sus necesidades y aliviarlas; a mí es a quien habéis abandonado.   



Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

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