MEDITACIÓN CXC
(8 DE JULIO)
Sobre la profusión.
Punto 1°.- Es este un
gusto muy común y muy pernicioso. Es el origen de mil desórdenes; y a
los que se entregan a él, los hace insensibles a las necesidades de los pobres;
lleva la turbación y la división al seno de las familias; arma a los padres
contra sus hijos y a los hijos contra los padres; separa los esposos y las
esposas; abre abismos de deudas que nada es capaz de llenar; destruye sin
remedio la fortuna de los mundanos para la vida presente, y la salvación para
la vida futura.
Punto 2°.- Para reprimirlo, un cristiano debe
limitarse a lo verdaderamente necesario, es decir, a los gastos absolutamente necesarios a la vida y a la
condición. Una y otra son la
obra de Dios, dice San Agustín; quiere que conservéis su obra y por
consiguiente que sostengáis vuestra vida y vuestra condición. Mas ese lujo
inmoderado que se extiende más allá de las necesidades de la condición y de la
vida, no está en el orden de Dios; no viene más que del desorden de vuestras
pasiones.
Limitaos pues a lo que basta a la obra de Dios, y quitad todo lo que no
sirve más que a sostener la obra del demonio.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo
creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os
amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi
arrepentimiento.
Yo os adoro
como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy
gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano
defensor.
Dios mío,
dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra
justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro
poder.
Yo os consagro
mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en
adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino
por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío,
ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones
venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las
virtudes que me convienen.
Llenad mi
corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de
celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo
procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con
mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi
socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la
mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la
tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis
que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en
mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis
resoluciones.
Señor,
inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior
modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío,
descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo,
la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
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