sábado, 2 de julio de 2016

MEDITACIÓN CLXXXIV (2 DE JULIO)



MEDITACIÓN CLXXXIV
(2 DE JULIO)  

Sobre el empleo de las riquezas.




Punto 1°.- Antes de emplearlas, es preciso examinar 1°. Si os pertenecen verdaderamente; ¡cómo y porqué caminos han llegado hasta vos! Si no son el fruto de vuestras propias injusticias o de las de vuestros padres y antepasados; porque ¡Cuántos vemos en el mundo que sólo brillan por los bienes ajenos, y que reúnen a la vez muchas deudas y muchas prodigalidades! Pensad que todos los bienes que debéis, no os pertenecen, y que no os es permitido hacer ningún otro uso de ellos que el de restituirlos, aun cuando fuese necesario para cumplir esta obligación indispensable, reduciros a lo más estrictamente necesario.

Punto 2°.- Es preciso también examinar si el uso que queréis hacer de las riquezas, es útil, razonable, digno de ser referido a Dios, y capaz de conduciros a la felicidad del cielo; si conviene a un cristiano que hace profesión de preferir su Dios y su salvación a las pompas y vanidades del siglo. Todo el que siga esta regla en el empleo de sus riquezas, gastará mucho más en socorrer a los pobres que en procurarse a sí mismo placeres frívolos y vanas diversiones, o en darse en espectáculo al mundo, por un fausto odioso que parece insultar a la miseria pública.   



Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario