MEDITACIÓN CLXXXIV
(2 DE JULIO)
Sobre el empleo de las riquezas.
Punto 1°.- Antes de emplearlas,
es preciso examinar 1°. Si os pertenecen
verdaderamente; ¡cómo y porqué caminos han llegado hasta vos! Si no son el fruto de vuestras propias
injusticias o de las de vuestros padres y antepasados; porque ¡Cuántos
vemos en el mundo que sólo brillan por los bienes ajenos, y que reúnen a la vez
muchas deudas y muchas prodigalidades! Pensad
que todos los bienes que debéis, no os pertenecen, y que no os es permitido
hacer ningún otro uso de ellos que el de restituirlos, aun cuando fuese
necesario para cumplir esta obligación indispensable, reduciros a lo más
estrictamente necesario.
Punto 2°.- Es preciso también examinar si el uso que queréis hacer de las riquezas, es útil, razonable, digno
de ser referido a Dios, y capaz de conduciros a la felicidad del cielo; si conviene a
un cristiano que hace profesión de preferir su Dios y su salvación a las pompas
y vanidades del siglo. Todo el que
siga esta regla en el empleo de sus riquezas, gastará mucho más en socorrer a
los pobres que en procurarse a sí mismo placeres frívolos y vanas diversiones,
o en darse en espectáculo al mundo, por un fausto odioso que parece insultar a
la miseria pública.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo
creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os
amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi
arrepentimiento.
Yo os adoro
como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy
gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano
defensor.
Dios mío,
dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra
justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro
poder.
Yo os consagro
mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en
adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino
por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío,
ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones
venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las
virtudes que me convienen.
Llenad mi
corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de
celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo
procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con
mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi
socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la
mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la
tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis
que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en
mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis
resoluciones.
Señor,
inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior
modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío,
descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo,
la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario