viernes, 29 de julio de 2016

MEDITACIÓN CCXII (30 DE JULIO)



MEDITACIÓN CCXII
(30 DE JULIO)  

Sobre la humildad de Jesucristo.




Punto 1°.-  Aprended de mí, nos dice, que soy manso y humilde de corazón. San Agustín nota que no nos dice: Aprended de mí, a hacer milagros, a curar los ciegos y a resucitar a los muertos, porque una humildad sólida es medio más seguro y eficaz de agradar a Dios, que una elevación que os expone al orgullo. ¿Y qué, Señor, añade el mismo Padre, todos los tesoros de ciencia y de sabiduría que están en vos se reducen a enseñarnos que sois manso y humilde de corazón? ¿La humildad es una virtud tan rara y tan difícil que no podríamos conocerla sino por Vos? Sí, responde San Agustín, los hombres solos no habrían llegado nunca a alcanzarla; era necesario que un Dios viniese a darles el ejemplo; porque no hay cosa más arraigada en el corazón humano que el orgullo.

Punto 2°.- Toda la vida de Jesucristo no ha sido otra cosa que un ejercicio de humildad. Quiso nacer de una madre pobre, en un establo y en un pesebre; quiso ser circuncidado, y después bautizado como pecador; huir a Egipto como débil. Cuando en seguida quisieron hacerle rey, se oculta; en el fin de su vida se humilla hasta lavar los pies de sus discípulos, y corona tantos grandes ejemplos por la muerte ignominiosa de la cruz. Mas ¿Por qué, Señor, exclama San Bernardo, tantas humillaciones para una majestad tan grande? Es a fin de que ya no haya nadie que se atreva a gloriarse sobre la tierra.  



Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

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