MEDITACIÓN CLXXXIX
(7 DE JULIO)
Sobre la dureza de los ricos para
con los pobres.
Punto 1°.- Temen el
verlos y conocerlos. El horror que le tienen a la pobreza, recae hasta
sobre los pobres; Créense deshonrados por la conversación de un hombre
semejante a ellos, porque está en la miseria. La sola vista de los tristes efectos de la indigencia, repugna a su
delicadeza; temen que su conciencia no les reproche su dureza, y les advierta
de sus obligaciones. Aseméjanse a esos disipadores adeudados, que se imaginan
no deber nada cuando pueden ocultarse a la vista de sus acreedores.
Punto 2°.- Rehusan
aliviarlos. Tengo necesidad de todos mis bienes, dicen, para sostenerme
según mi estado; no tengo más que lo puro necesario. Mas en primer lugar ¿Tienen derecho de decir; Mis bienes, mis tierras, mis rentas? No, puesto que nada es suyo
hasta que hayan dejado a los pobres lo superfluo que les pertenece, ¿Cuál es
esto necesario de que hablan? ¿Es lo necesario a la vida y a la condición? Dios
no lo pide. Entonces, es lo necesario al juego, a los placeres, a la
sensualidad, a la ambición o a la avaricia; y esto pretendido necesario es un
verdadero superfluo que pertenece a los pobres.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo
creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os
amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi
arrepentimiento.
Yo os adoro
como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy
gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano
defensor.
Dios mío,
dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra
justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro
poder.
Yo os consagro
mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en
adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino
por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío,
ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones
venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las
virtudes que me convienen.
Llenad mi
corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de
celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo
procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con
mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi
socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la
mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la
tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis
que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en
mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis
resoluciones.
Señor,
inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior
modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío,
descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo,
la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
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