miércoles, 6 de julio de 2016

MEDITACIÓN CLXXXIX (7 DE JULIO)



MEDITACIÓN CLXXXIX
(7 DE JULIO) 

Sobre la dureza de los ricos para con los pobres.




Punto 1°.- Temen el verlos y conocerlos. El horror que le tienen a la pobreza, recae hasta sobre los pobres; Créense deshonrados por la conversación de un hombre semejante a ellos, porque está en la miseria. La sola vista de los tristes efectos de la indigencia, repugna a su delicadeza; temen que su conciencia no les reproche su dureza, y les advierta de sus obligaciones. Aseméjanse a esos disipadores adeudados, que se imaginan no deber nada cuando pueden ocultarse a la vista de sus acreedores.

Punto 2°.- Rehusan aliviarlos. Tengo necesidad de todos mis bienes, dicen, para sostenerme según mi estado; no tengo más que lo puro necesario. Mas en primer lugar ¿Tienen derecho de decir; Mis bienes, mis tierras, mis rentas? No, puesto que nada es suyo hasta que hayan dejado a los pobres lo superfluo que les pertenece, ¿Cuál es esto necesario de que hablan? ¿Es lo necesario a la vida y a la condición? Dios no lo pide. Entonces, es lo necesario al juego, a los placeres, a la sensualidad, a la ambición o a la avaricia; y esto pretendido necesario es un verdadero superfluo que pertenece a los pobres.  



Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

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