miércoles, 20 de julio de 2016

MEDITACIÓN CCIII (21 DE JULIO)



MEDITACIÓN CCIII
(21 DE JULIO)

De los reproches que los ricos hacen de los pobres.




Punto 1°.- Se les reprocha su ociosidad, su pereza y sus imposturas. Pero en primer lugar; esos reproches no siempre son verdaderos. ¿Pues qué, es tan difícil encontrar verdaderos pobres, verdaderos enfermos y verdaderos desgraciados? ¿Acaso todos los que se dicen pobres serán impostores? ¿Y Jesucristo nos habría dado un precepto que no puede ser aplicado a nadie? ¡Cuántos cautivos hay que gimen en las cadenas y que esperan inútilmente que la caridad les devuelva su libertad! ¡Cuántos huérfanos abandonados a quienes los ricos están obligados a servirles de padres! ¿En dónde no se encuentra esa multitud innumerable de ciegos, cojos y paralíticos que rodean la piscina de Jerusalén? 

Punto 2°.- Los ricos deberían aplicarse a sí mismos el reproche que hacen a los pobres. Estos son, dicen, gentes ociosas perezosas que pudieran vivir de su trabajo, y que se hacen un oficio de su miseria. Más ¿qué uso hacen los ricos del mundo de sus fuerzas y de su tiempo? ¿Hay cosa más inútil que su vida? ¿No se pasa toda entera en no hacer nada, o en naderías?  Reprochan a los pobres sus artificios e imposturas. Más ¿de qué artificios y de qué imposturas no se valen ellos para obtener los favores y las gracias? ¿No se hacen más pobres de lo que son? ¿No dicen que están amenazados de una ruina completa, si no se satisfacen lo más pronto posible los deseos insaciables de su ambición?   



Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

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