MEDITACIÓN CXCV
(13 DE JULIO)
De las oraciones de los pobres.
Punto 1°.- Estas son
eficaces para con Dios, cuando piden por la felicidad y la salvación de un
cristiano caritativo. No despreciemos a los pobres, decía San Gregorio de
Niza, su amistad es preciosa y merece ser solicitada. Haceos de amigos, decía el Salvador, con las riquezas, que son casi
siempre o el fruto o la semilla de la injusticia, a fin de que, cuando desfallezcáis os reciban en los tabernáculos
eternos. Palabras que suponen que los
pobres tienen en su mano las llaves del cielo, y que la salvación de los ricos
depende en cierto modo de sus solicitudes y de sus oraciones: es verdad que sus
manos son débiles e inútiles sobre la tierra; pero son muy fuertes y poderosas
cuando presentan al Señor los dones que les hemos hecho.
Punto 2°.- Los vicios
personales de los pobres, no hacen inútiles las oraciones que dirigen por los
que los han socorrido. ¿Pensáis en efecto, que en esa multitud de pobres que
rodeaban el féretro de la virtuosa Jabitha, no habría algunos semejantes a los
de este tiempo? No obstante, San Pedro,
conmovido de la desolación de estos pobres que acababan de perder a su madre,
pidió que volviese a la vida y fue escuchado. Las lágrimas de estos pobres
tuvieron quizá tanta parte en esta resurrección como las oraciones del Apóstol.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo
creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os
amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi
arrepentimiento.
Yo os adoro
como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy
gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano
defensor.
Dios mío,
dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra
justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro
poder.
Yo os consagro
mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en
adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino
por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío,
ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones
venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las
virtudes que me convienen.
Llenad mi
corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de
celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo
procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con
mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi
socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la
mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la
tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis
que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en
mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis
resoluciones.
Señor,
inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior
modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío,
descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo,
la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario