MEDITACIÓN CCI
(19 DE JULIO)
Del sacrificio que se hace a Dios
por la limosna.
Punto 1°.- La escritura no da solamente el nombre de sacrificio a
la oblación de las víctimas que se inmolaban en el templo de Jerusalén; sino todo lo que se ofrece a Dios, todo lo que
se hace por obedecerle y agradarle, se llama sacrificio. Da este nombre a la oración, por la cual
aplicamos nuestro espíritu a Dios; lo da al ayuno y a la abstinencia, por los
cuales mortificamos la carne para aplacar la cólera de Dios; lo da en fin, a la limosna, por la cual
sacrificamos a Dios una parte de los bienes que hemos recibido de su mano para
emplearlos en el socorro de los pobres.
Punto 2°.- De todos
estos sacrificios, el de la limosna es el más agradable a Dios. ¿Qué tengo
yo que hacer de vuestras víctimas y de vuestras oraciones? Decía a su pueblo
por el profeta Isaías. Lo que quiero es
que aliviéis al indulgente y que socorráis al huérfano: ¿De qué os sirve el
afligir vuestro cuerpo con el ayuno? El ayuno que me agrada, es que participéis
vuestro pan con el pobre, y que respetéis en él vuestra propia carne; en una
palabra, quiero la misericordia más bien que el sacrificio: Misericordiam volo et non sacrificium, y
si no sois misericordioso y caritativo, todo lo que me ofrecéis y todo lo que
hacéis por mí, no es de ningún valor a mis ojos.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo
creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os
amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi
arrepentimiento.
Yo os adoro
como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy
gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano
defensor.
Dios mío,
dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra
justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro
poder.
Yo os consagro
mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en
adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino
por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío,
ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones
venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las
virtudes que me convienen.
Llenad mi
corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de
celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo
procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con
mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi
socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la
mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la
tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis
que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en
mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis
resoluciones.
Señor,
inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior
modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío,
descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo,
la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
Haced
que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el
infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro
Señor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario