sábado, 30 de julio de 2016

MEDITACIÓN CCXIII (31 DE JULIO)



MEDITACIÓN CCXIII
(31 DE JULIO)

De la necesidad de ser humildes para agradar a Dios.




Punto 1°.- Nada es agradable a Dios sin la humildad. Es necesario pues que esta virtud proceda, acompañe y siga todas nuestras acciones, porque desde el momento que el orgullo se mezcla en ellas y destruye todo su mérito. Por otra parte, este orgullo es tanto más de temer, cuantos más méritos y virtudes tenemos; porque las acciones malas son la materia de los otros vicios; y las más laudables son el alimento del orgullo: los otros vicios no van sino con el desorden y la vergüenza, y éste solo se adhiere a la gloria y a las virtudes.

Punto 2°.- Todo lo que está infectado de la levadura del orgullo es desagradable a Dios. Un cristiano fiel, aunque haya hecho grandes progresos en la piedad, si admite en su corazón un sentimiento de orgullo, un deseo de agradar a los hombres y atraerse su estimación, una secreta complacencia en su propio mérito, pierde en un momento todo el fruto de sus trabajos pasados, fracasa desgraciadamente en la mitad de su carrera, y toda su virtud se estrella contra este escollo. San Bernardo compara el que junta un gran caudal de virtudes, sin juntar a ellas la humildad, con un hombre que lleva un puñado de polvo expuesto al viento; el primer soplo se lo lleva todo. Por muchos méritos que hayáis adquirido, acordaos que Dios resiste a los soberbios, y da su gracia a los humildes.    



Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor

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