MEDITACIÓN CXCVI
(14 DE JULIO)
Del cuidado que deben tener los
padres de educar
y enriquecer a sus hijos.
Punto 1°.- Este cuidado es el
pretexto de que se sirven para dispensarse de la limosna; mas no parecen
ocuparse únicamente de ello sino cuando se les habla de socorrer a los pobres;
y no vuelven a pensarlo cuando se trata de sus diversiones y placeres. ¿No ven
todos los días esos desgraciados hijos lo más cierto de su patrimonio empleado
en sostener el lujo y la vanidad de un padre pródigo y disipador? ¿No ven con
dolor, retardado su establecimiento, su educación descuidada por mil locos
expensas? Y estos mismos padres, cuando
se les habla del precepto de la limosna hacen resonar muy alto las obligaciones
que la ley natural y divina les impone, respecto de sus hijos.
Punto 2°.- El lujo, y
no el afecto paternal es el que únicamente les impide socorrer a los pobres. Y lo que
prueba esto, les decía San Agustín, es que si acontece el que uno de vuestros
hijos os sea arrebatado por la muerte ¿Qué haréis? Si era para enriquecer a
este hijo para lo que reservábais una parte de vuestros bienes, ¿la daréis a
los pobres cuando le hayáis perdido? Ya
estáis libre; ya estáis desatado de todos los deberes que os ligaban para con
él: ¿Por qué pues retenéis todavía esa porción de la herencia que le estaba
destinada? ¿Qué, no enviaréis al cielo, tras ese hijo lo que solo guardábais
para él?
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo
creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os
amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi
arrepentimiento.
Yo os adoro
como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy
gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano
defensor.
Dios mío,
dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra
justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro
poder.
Yo os consagro
mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en
adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino
por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío,
ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones
venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las
virtudes que me convienen.
Llenad mi
corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de
celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo
procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con
mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi
socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la
mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la
tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis
que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en
mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis
resoluciones.
Señor,
inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior
modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío,
descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo,
la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
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