MEDITACIÓN CXCI
(9 DE JULIO)
Sobre los medios de conocer lo
superfluo,
y distinguirlo de lo necesario.
Punto 1°.- No
tendréis nunca un conocimiento exacto de ello, si consultáis 1°. Vuestras pasiones: puesto que si a ellas
tocara el decidirlo, mientras más
pasiones hubiera que satisfacer, menos obligados estaríamos a ser caritativos:
2°. Una juventud inconsiderada que no respira más que amor a los placeres: esta
edad, dice San Agustín, es a la verdad, la flor de la vida; pero al mismo
tiempo es el escollo más peligroso de la razón y de la virtud: Floscetatis periculum mentis; 3°. Un mundo profano y desarreglado. Sus
excesos advierten demasiado de la poca seguridad que habría en seguir sus
máximas.
Punto 2°.- Para tener una idea
justa de vuestro superfluo, no tenéis más que consultar: 1°. Al Evangelio, que prohíbe, tanto a los
ricos como a los pobres, el uso inmoderado de los bienes de la tierra; 2°. Al mundo razonable y virtuoso. Hay en todos los estados, adoradores
fieles, cuya conducta puede serviros de modelo. Comparad sus bienes con los
vuestros; ved lo que ellos miran como superfluo, y seguid a proporción la misma
regla y la misma medida. 3°. En fin, los
mismos pobres. ¿No mostraba Lázaro al mal rico un superfluo de que éste
abusaba, cuando podía ser alimentado de las
migajas que caían de su mesa?
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo
creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os
amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi
arrepentimiento.
Yo os adoro
como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy
gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano
defensor.
Dios mío,
dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra
justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro
poder.
Yo os consagro
mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en
adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino
por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío,
ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones
venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las
virtudes que me convienen.
Llenad mi
corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de
celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo
procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con
mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi
socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la
mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la
tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis
que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en
mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis
resoluciones.
Señor,
inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior
modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío,
descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo,
la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
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