lunes, 25 de julio de 2016

MEDITACIÓN CCVII (25 DE JULIO)



MEDITACIÓN CCVII
(25 DE JULIO)

Sobre la restitución.  




Punto 1°.- Hay muy pocos ricos en el mundo, que no estén  obligados a grandes restituciones. Gastan los bienes ajenos con tanta facilidad como si les perteneciesen: no se hacen ningún  escrúpulo de cargar sus conciencias de deudas acumuladas, sin saber si estarán jamás en estado de satisfacerlas. No hacen reflexión que la religión y la justicia les obligan a devolver los bienes de que abusan, a su legítimo dueño; y en el caso de que no fuese posible encontrarlo, devolverlos a Dios, dándolos a los pobres.

Punto 2°.-  La limosna no puede nunca suplir a la restitución ni la restitución a la limosna. La una es esencialmente tomada sobre los bienes ajenos, y la otra debe hacerse de vuestros propios bienes. Hay algunos, dice San Crisóstomo, que quieren dar por caridad lo que han arrebatado por fraude o por violencia; pero hay mucha diferencia entre hacer obras de misericordia, para espiar sus pecados, y cometer pecados para hacer en seguida obras de misericordia. El que restituye, está también obligado a la limosna; y el que da limosna, si tiene bienes ajenos, está también obligado a la restitución. Así, el célebre Zaqueo, cumplía toda justicia, diciendo a Jesucristo: Señor, yo doy la mitad de mis bienes a los pobres, y si he hecho perjuicio alguno, en cualesquiera cosa, devuelvo cuatro tantos más.   



Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

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