MEDITACIÓN
CCVII
(25 DE JULIO)
Sobre la restitución.
Punto 1°.- Hay muy pocos ricos en el mundo, que no
estén obligados a grandes restituciones.
Gastan los bienes ajenos con tanta facilidad como si les perteneciesen: no se
hacen ningún escrúpulo de cargar sus conciencias
de deudas acumuladas, sin saber si estarán jamás en estado de satisfacerlas. No hacen reflexión que la religión y la
justicia les obligan a devolver los bienes de que abusan, a su legítimo dueño;
y en el caso de que no fuese posible encontrarlo, devolverlos a Dios, dándolos
a los pobres.
Punto 2°.- La limosna no puede nunca suplir a la
restitución ni la restitución a la limosna. La una es esencialmente
tomada sobre los bienes ajenos, y la otra debe hacerse de vuestros propios bienes.
Hay
algunos, dice San Crisóstomo, que quieren dar por caridad lo que han
arrebatado por fraude o por violencia; pero hay mucha diferencia entre hacer obras de misericordia, para espiar sus
pecados, y cometer pecados para hacer en seguida obras de misericordia. El que restituye, está también obligado a
la limosna; y el que da limosna, si tiene bienes ajenos, está también obligado
a la restitución. Así, el célebre Zaqueo, cumplía toda justicia, diciendo a
Jesucristo: Señor, yo doy la mitad de mis bienes a los pobres, y si he hecho
perjuicio alguno, en cualesquiera cosa, devuelvo cuatro tantos más.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo
creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os
amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi
arrepentimiento.
Yo os adoro
como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy
gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano
defensor.
Dios mío,
dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra
justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro
poder.
Yo os consagro
mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en
adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino
por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío,
ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones
venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las
virtudes que me convienen.
Llenad mi
corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de
celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo
procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con
mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi
socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la
mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la
tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis
que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en
mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis
resoluciones.
Señor,
inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior
modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío,
descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo,
la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
Haced
que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el
infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro
Señor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario