MEDITACIÓN CXCIX
(17 DE JULIO)
De las ventajas que trae consigo la
práctica de la limosna.
Punto 1°.- Dios pone
en su lugar al que da la limosna. Un cristiano caritativo, en el espíritu de la religión, no es solamente
un hombre que socorre a su semejante; sino que es un hombre que ocupa el lugar
del mismo Dios; de ese Ser infinitamente misericordioso, que se complace en
ejercer su poder por sus beneficios. Dar limosna es pues, ser el sustituto y el
cooperador del mismo Dios para con el pobre. Un cristiano caritativo es como
una especie de divinidad que produce unos cambios repentinos y muchas veces
imprevistos en el alma y en la fortuna de los desgraciados.
Punto 2°.- Dios mismo
se pone en el lugar del que la recibe. Un pobre en el espíritu de la religión, no es solamente una porción de
la humanidad afligida y paciente, sino que es un miembro de Jesucristo que
padece; es Jesucristo en persona quien nos pide un poco de agua para apagar su
sed, decía en otro tiempo el Salvador a la Samaritana: Si scires denum Dei, et quis est qui tibi decit: Da mihi bibere. Vos lo sabéis, cristiano, no ignoráis que
el mismo Jesucristo es quien recurre a vos en la persona del pobre; ¿Y seréis
tan bárbaro tan ingrato y tan impío que le rehuséis lo que os pide, y lo que
podéis darle tan fácilmente?
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo
creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os
amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi
arrepentimiento.
Yo os adoro
como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy
gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano
defensor.
Dios mío,
dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra
justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro
poder.
Yo os consagro
mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en
adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino
por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío,
ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones
venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las
virtudes que me convienen.
Llenad mi
corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de
celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo
procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con
mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi
socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la
mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la
tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis
que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en
mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis
resoluciones.
Señor,
inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior
modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío,
descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo,
la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
Haced
que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el
infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro
Señor.
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