MEDITACIÓN CXCIV
(12 DE JULIO)
Sobre la liberalidad.
Punto 1°.- El que se contenta con
ceder a los pobres lo superfluo que les pertenece, no tiene todavía el mérito
de una caridad generosa y liberal. Podrá tenerlo a los ojos de los mundanos, que no conocen lo
que es superfluo, y que miran las limosnas un poco considerables como unas
liberalidades prodigiosas; podrá tenerlo aún a los ojos de los pobres que no
conocen siempre la extensión de sus derechos, porque ignoran muchas veces hasta
donde se extiende el superfluo de los ricos. Mas no tendrá este mérito singular y sobreabundante a los ojos del Señor;
puesto que cumpliendo precisamente con lo que debe, da verdaderamente lo que no
es suyo.
Punto 2°.- La mayor
parte de los santos han tenido el mérito de una calidad liberal y generosa, porque sus
limosnas eran tomadas no solamente de lo necesario para sostener su condición;
sino algunas veces de lo necesario para sostener su propia vida. Tal era la
limosna de esa pobre viuda de quien habla el Evangelio, que no había echado más
que dos óbolos en el tesoro de los pobres: Todos los demás, dice Jesucristo a sus
discípulos, han dado de lo superfluo; mas
esta ha dado todo lo que tenía, todo lo que le quedaba para vivir.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo
creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os
amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi
arrepentimiento.
Yo os adoro
como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy
gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano
defensor.
Dios mío,
dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra
justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro
poder.
Yo os consagro
mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en
adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino
por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío,
ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones
venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las
virtudes que me convienen.
Llenad mi
corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de
celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo
procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con
mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi
socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la
mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la
tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis
que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en
mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis
resoluciones.
Señor,
inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior
modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío,
descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo,
la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
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