miércoles, 30 de marzo de 2016

MEDITACIÓN XCI (31 DE MARZO)

MEDITACIÓN XCI
(31 DE MARZO)

Sobre las faltas que se reprochan en el mundo a los que hacen profesión de piedad.



Punto 1°.- Estos reproches no siempre son injustos: porque es raro que los mundanos se atrevan a desacreditar la piedad cuando la creen sólida, sincera y verdadera. ¿Pues cuando es cuando hablan con desprecio de la piedad? Cuando ven a los que hacen profesión de ella, 1°. Amar la virtud por humor, en lugar de aplicar su virtud a vencer y corregir su humor; 2°. Amar el retiro por un gusto de pereza y de ociosidad, no para buscar a Dios, sino para evitar el mundo, y para sustraerse a sus deberes; 3°. Llevar la devoción hasta la superstición; sin examinar los límites de la una y de la otra; pintar con la devoción singularidades, afectaciones, caprichos e inconstancias reprensibles


Punto 2°.- Deben despreciarse los reproches de los mundanos cuando son injustos, y aprovecharse de ellos cuando no lo son. Si el mundo critica injustamente vuestra piedad, si sólo os atribuye faltas imaginarias, debéis decir como san Pablo: Yo cuento por nada todos los juicios del mundo, porque Dios será mi juez. Mas si estos reproches están fundados por faltas verdaderas, no os consideréis ya como un cristiano perseguido por la justicia, y pensad sólo en reformar la impresión de vuestra justicia, que es el único objeto de su censura.   

Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

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