lunes, 7 de marzo de 2016

MEDITACIÓN LXVIII (8 DE MARZO)

MEDITACIÓN LXVIII
(8 DE MARZO)   

Sobre la sumisión a la voluntad de Dios.  



Punto 1°.- Esta sumisión es un deber indispensable. Un súbdito debe estar sometido a las voluntades del soberano; un criado a las de su amo, y con mucha más razón, la criatura a las del Creador. ¡Oh hombres! Exclama el Apóstol San Pablo, ¿quién sois vosotros para contestar con Dios?  ¿Un vaso de barro dice al que lo ha hecho; Porqué me habéis hecho así? ¿Y vosotros, no estáis mil veces más dependientes de Dios, que lo puede estar un vaso del obrero que lo ha formado? 

Punto 2°.-  Esta sumisión hace nuestra felicidad. ¡Dichoso el hombre, en efecto, que se somete en todo a la voluntad divina, se abandona a la Providencia, se deja conducir por la sabiduría de Dios, y que lo espera todo en su bondad! Nada se opone a sus deseos, porque no desea sino lo que Dios quiere, y todo sucede según su voluntad porque él quiere y aprueba sinceramente todo lo que le acontece. ¡Oh bienaventurada paz! ¡Oh dulce tranquilidad! Vos sois la herencia y recompensa de esas almas fieles que descansan, por decirlo así, en el seno de Dios, porque no tienen nunca otra voluntad que la suya.   


Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario