sábado, 5 de marzo de 2016

MEDITACIÓN LXVI (6 DE MARZO)

MEDITACIÓN LXVI
(6 DE MARZO)

Sobre la disposición habitual en que deben estar los cristianos con respecto a su muerte.



Punto 1°.- Pueden temerla o desearla en ciertos momentos según los diferentes puntos de vista bajo los cuales la consideran. Así es como han usado de ella los santos que son nuestros maestros y nuestros modelos. Escuchad a san Pablo; Me siento estrechado por dos lados, decía a los primeros fieles: deseo morir por estar con Jesucristo, y esto es sin comparación lo mejor; más es necesario por vuestro bien que yo permanezca aún sobre la tierra. Ya veis como vacila, por decirlo así, entre el deseo y el temor de la muerte: la teme porque no quisiera abandonar el cuidado de la Iglesia naciente. Por una parte quisiera dejar la vida para ir a Dios; y por otra, consiente en vivir por la salvación de sus hermanos


Punto 2°.- Nuestra disposición habitual debe ser una sumisión entera a la voluntad de Dios, para la vida o para la muerte. Y no solamente para la muerte en sí misma, sino para el género de muerte al cual le plazca condenarnos; no solamente para el género de nuestra muerte, sino para el tiempo, la edad, el día y el momento en que venga a llamarnos a sí. Sea que vivamos o que muramos, decía San Pablo, somos siempre del Señor, ninguno de nosotros vive para sí ni muere para sí. Cuando vivimos somos de Dios, porque vivimos para Él en su gracia: y cuando morimos, somos también de Dios, porque morimos en una firme Esperanza de reinar con Él en su Gloria.   

Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

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