lunes, 28 de marzo de 2016

MEDITACIÓN LXXXIX (29 DE MARZO)

MEDITACIÓN LXXXIX
(29 DE MARZO)

Sobre la piedad exterior.



Punto 1°.- La piedad interior no basta, si no está acompañada de la exterior. Sería conocer mal espíritu de la religión el ver las prácticas exteriores de la piedad como inútiles y sería avergonzarse del Evangelio el omitirlas por respeto humano: Creemos en el corazón para ser justificados, dice san Pablo, y para ser salvos confesamos con la boca. Lo que el apóstol dice en este lugar de la fe, se aplica igualmente a las demás virtudes. Las tenemos en el corazón para ser justificados, y las manifestamos en el exterior por nuestra conducta y nuestras acciones para ser salvos.  


Punto 2°.- La piedad exterior no basta si no es santificada por la interior, porque toda acción exterior separada del sentimiento interior, es un cuerpo sin alma, un hombre que suena, una campana vacía y que retiñe. No: no hay oración donde no hay corazón que ore; no hay adoración donde no hay corazón que adore. Tan luego como quitáis este sentimiento interior, este deseo sincero de agradar a Dios, que debe santificar todas las acciones de un cristiano, no se obra ya sino por costumbre, por hábito, por bien aparecer, por vanidad, por respeto humano, o por un espíritu de superstición y de debilidad.    

Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario