martes, 15 de marzo de 2016

MEDITACIÓN LXXVI (16 DE MARZO)

MEDITACIÓN LXXVI
(16 DE MARZO) 

Sobre la diferencia del alma y del cuerpo.



Punto 1°.- Nuestra alma es, 1°. Una substancia espiritual, que piensa, que ve, que reflexiona, que siente la alegría o la tristeza, el placer o el dolor. Nuestro cuerpo no es por sí mismo más que una substancia muerta e inanimada sola el alma es susceptible de vida y de sentimiento; pues si se separa del cuerpo, este no es más que un montón de polvo y ceniza. Así es que no puede haber felicidad más que en nuestra alma, y no somos felices sino por ella. Ahora bien, no hay duda que la felicidad de nuestra alma no consiste en los bienes exteriores y en los placeres de los sentidos, puesto que la experiencia nos enseña que esta clase de bienes no son capaces de procurarle un perfecto reposo, ni una tranquilidad interior e inalterable.    

Punto 2°.- Nuestra alma es también una substancia inmortal y por consiguiente, capaz de gozar de una felicidad eterna y así, el más alto grado de la sabiduría es sufrir con paciencia los males, y sacrificar, si es necesario, los bienes de la vida presente, para asegurar a nuestra alma los bienes, y para evitarle los males de la vida futura. Por esta razón, la religión nos da por máxima el trabajar con más cuidado en evitar los tormentos eternos, que las aflicciones cortas y ligeras, cuya duración no puede extenderse más allá de los límites de nuestra vida.   

Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

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