domingo, 6 de marzo de 2016

MEDITACIÓN LXVII (7 DE MARZO)

MEDITACIÓN LXVII
(7 DE MARZO) 

Sobre la inquietud del porvenir.  



Punto 1°.- Hay un porvenir por el cual no debemos inquietarnos. Este es aquel de que Dios dispone independientemente de nosotros y sin ningún concurso de nuestra voluntad. ¿Qué me sucederá? Dicen todos los días los mundanos: ¿seré yo feliz o despreciado? Todos mis días están contados; ¿cuál será su número? Etc. Y consultan algunas veces para saberlo, a impostores y profetas de mentira, que se burlan de su credulidad, y que los entretienen con sus quiméricas predicciones. Notad, 1°. Que el procurar conocer el porvenir por las solas luces del espíritu humano, es una empresa contra los derechos de Dios, que se ha reservado el conocimiento de él y que está resuelto a ocultárnoslo; 2°. Que cuando para conseguirlo se recurre a esas operaciones sospechosas que parecen evocar los muertos o hacer hablar a los demonios, esta curiosidad es aún más criminal; 3°. Que el que sin procurar conocerlo se inquieta con exceso, ofende al Señor por una desconfianza injuriosa a su bondad.

Punto 2°.- Hay un porvenir del cual debemos ocuparnos sin cesar. Y este es aquel en el cual pensamos menos, del cual nos inquietamos menos; es ese porvenir eterno que debe suceder a la corta duración de nuestra vida; es el único que Dios nos ordena prever y al cual nos advierte que nos preparemos. Este porvenir es cierto; no podemos evitarle, pero podemos hacerle desgraciado o favorable por el buen o mal uso del presente


Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario