MEDITACIÓN LXVII
(7 DE MARZO)
Sobre la inquietud del porvenir.
Punto 1°.- Hay un porvenir por
el cual no debemos inquietarnos. Este es aquel de que Dios dispone
independientemente de nosotros y sin ningún concurso de nuestra voluntad. ¿Qué me sucederá? Dicen todos los días los
mundanos: ¿seré yo feliz o despreciado? Todos mis días están contados; ¿cuál
será su número? Etc. Y consultan
algunas veces para saberlo, a impostores y profetas de mentira, que se burlan
de su credulidad, y que los entretienen con sus quiméricas predicciones. Notad,
1°. Que el procurar conocer el porvenir por las solas luces del espíritu
humano, es una empresa contra los derechos de Dios, que se ha reservado el
conocimiento de él y que está resuelto a ocultárnoslo; 2°. Que cuando para
conseguirlo se recurre a esas operaciones sospechosas que parecen evocar los
muertos o hacer hablar a los demonios, esta curiosidad es aún más criminal; 3°.
Que el que sin procurar conocerlo se inquieta con exceso, ofende al Señor por
una desconfianza injuriosa a su bondad.
Punto 2°.- Hay un porvenir del cual debemos ocuparnos
sin cesar. Y este es aquel en el
cual pensamos menos, del cual nos inquietamos menos; es ese porvenir eterno que
debe suceder a la corta duración de nuestra vida; es el único que Dios nos
ordena prever y al cual nos advierte que nos preparemos. Este porvenir es cierto;
no podemos evitarle, pero podemos hacerle desgraciado o favorable por el buen o
mal uso del presente.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento.
Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor.
Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder.
Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen.
Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones.
Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario