MEDITACIÓN LXXXVI
(26 DE MARZO)
Sobre los medios de curar las
ilusiones de la falsa conciencia.
Punto 1°.- Estos medios son, 1°. Comparar los juicios que formamos acerca del
estado de nuestra conciencia, en los que formamos acerca de la conciencia de
los demás. Estos juicios son siempre exactos hasta la severidad; tomémoslos
pues por modelos de los que debemos formar sobre nuestra propia conciencia;
esta es demasiado ilustrada cuando se trata de juzgar a los otros. ¿Por qué ha
de ser ciega sólo para sí misma? ¿Por
qué no hemos de emplear en nuestra ventaja personal esa luz que está en nosotros y que nos hace
tan perspicaces para percibir los vicios ajenos, y tan severos para
condenarlos?
Punto 2°.- Comparar los caminos
por donde nuestra conciencia nos conduce con el camino que conduce al cielo.
Este camino es estrecho, y no tiene ninguna relación, ninguna proporción con
una conciencia loca. De nosotros depende
el formar nuestra conciencia al grado de nuestros intereses y de nuestros
deseos; más aún cuando los tomásemos por guías y adoptásemos todos los falsos
principios que son capaces de inspirarnos estos principios viciosos y erróneos no
nos permitirá el poder de ensanchar el camino de la salvación. ¿Acaso la voluntad de Dios debe acomodarse
a la conciencia del hombre, o la conciencia del hombre es la que debe arreglarse
y formarse conforme a la voluntad de Dios?
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento.
Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor.
Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder.
Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen.
Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones.
Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.
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