domingo, 27 de marzo de 2016

MEDITACIÓN LXXXVIII (28 DE MARZO)

MEDITACIÓN LXXXVIII
(28 DE MARZO)  

Sobre la vigilancia cristiana.



Punto 1°.- Necesidad de esta vigilancia. Jesucristo nos ha hecho un precepto de ella. A todos digo, sin excepción, velad sin cesar sobre vosotros mismos, Omnibus dico, vigilate. Este precepto está fundado principalmente sobre la grandeza y la multitud de nuestras obligaciones, pues la ley de Dios nos regla solamente nuestras acciones, sino hasta los pensamientos de nuestro espíritu, y los movimientos de nuestro corazón; sujeta el cuerpo y el alma al orden que nos prescribe, y exige una obediencia entera y perfecta. ¿Pues qué vigilancia no necesitaréis para hacer frente a tantos deberes cuyo detalle es inmenso, con una virtud que puede desmentirse a cada instante?  


Punto 2°.- Práctica de esta vigilancia. Un cristiano fiel examina sin cesar con atención lo que debe a Dios, al prójimo y a sí mismo. Considera la naturaleza los peligros y de las tentaciones del mundo: para ver si está obligado a huirlas o a exponerse a ellas, mide sus fuerzas; pide al Señor que las aumente y le sostenga por su gracia; y teniendo en consideración sus obligaciones, los deberes y las exigencias de su estado, tiene siempre la ley de Dios delante de sus ojos para no desear, decir ni hacer nada de lo que ella le prohíbe, o para cumplir todo lo que le manda. En la reunión de todas estas diferentes observancias, maduramente pesados, es en lo que consiste la práctica de la vigilancia cristiana.   

Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

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