martes, 1 de marzo de 2016

MEDITACIÓN LXII (2 DE MARZO)

MEDITACIÓN LXII
(2 DE MARZO)  

Sobre el amor a la vida.   



Punto 1°.- Es permitido a un cristiano atender a la conservación de su vida; y aún está obligado a ello puesto que Dios se la ha dado para emplearla en su servicio y en su gloria, hasta que Él mismo señale los límites por medio de accidentes que haya permitido u ordenado en los consejos de su sabiduría. No dudéis pues, que condenara y castigará un día muy severamente a aquellos que no tienen ningún escrúpulo en alterar considerablemente su salud, y abreviar sus días para prolongar, para variar y multiplicar sus placeres.   

Punto 2°.- No es permitido a un cristiano amar la vida para satisfacer sus pasiones. Si amáis la vida por sí misma y sin ninguna dirección hacia el Dios que os la ha dado; si la amáis a causa de los placeres que disfrutáis; si la amáis porque no conocéis otra felicidad que la de los sentidos, si la amáis, y este amor sofoca en vuestro corazón los sentimientos de la fe, el deseo y la esperanza de la vida eterna; entonces vuestro amor por la vida es excesivo y desordenado, pues os impide el desear los bienes de la vida futura y por esto os hace indignos de poseerla.   

Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

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