viernes, 18 de marzo de 2016

MEDITACIÓN LXXIX (19 DE MARZO)

MEDITACIÓN LXXIX
(19 DE MARZO)

Sobre la conciencia.  



Punto 1°.- ¿Qué cosa es la conciencia? Es, dice san Juan Damasceno, esa ley interior que Dios ha grabado en el corazón de todos los hombres para instruirlos. Es, dice san Basilio, esa luz secreta de la religión que nos muestra el camino que debemos seguir, y el que debemos evitar. La conciencia es a nuestra alma lo que el ojo es a nuestro cuerpo; y Jesucristo hablaba de la conciencia cuando decía: Vuestro ojo es la antorcha de vuestro cuerpo. Si vuestro ojo es sencillo todo vuestro cuerpo estará alumbrado; más si vuestro ojo es malo todo vuestro cuerpo estará en las tinieblas; tened pues cuidado que la ley que está en vosotros no sea ella misma más que tinieblas (Lucas 11:34).

Punto 2°.- La conciencia es siempre recta por sí misma. Es una luz pura, puesto que viene de Dios que nos la ha dado para conducirnos y estamos tan persuadidos de esto que decimos todos los días a los hombres cuando creemos que se engañan o que quieren engañarnos: apelo a vuestra conciencia, como que estamos convencidos que el juicio de la conciencia es siempre equitativo. Más ¡ay! sucede muchas veces que sus luces son oscurecidas por nuestras pasiones; y esto es lo que obliga a hacer distinción de la buena y de la mala conciencia; de la conciencia recta, que es la de los justos, y de la falsa conciencia que es la de los pecadores. Rogad a Dios que purifique el ojo de vuestra alma, y no permita que ninguna pasión sea capaz de ocultarle la verdad.   

Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

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