miércoles, 23 de marzo de 2016

MEDITACIÓN LXXXIV (24 DE MARZO)

MEDITACIÓN LXXXIV
(24 DE MARZO)

Sobre las ilusiones de las falsas conciencias.



Punto 1°.- La falsa conciencia nos disfraza el mal y por consiguiente nos hace cometerlo atrevidamente y con tranquilidad. El atrevimiento viene de la falsa seguridad en que estamos en que no hay hada criminal, ni nada que no sea loable en la acción que se nos propone: y la tranquilidad, de que después de haberlo cometido no se siente ninguna turbación ni remordimiento. Tranquilidad funesta, que hace que el pecador se duerma, por decirlo así, en su iniquidad, seducido por las apariencias de una falsa paz imaginaria, mientras que está en continua guerra con Dios.    

Punto 2°.- Disfrazándonos el mal lo hace mucho más difícil de curar. Deploramos el infeliz estado de un pecador entregado a sus locas pasiones, y a quien sus hábitos tiránicos hacen esclavo del pecado; mas el estado de un alma seducida por las ilusiones de una falsa conciencia es todavía más peligroso. Aquel pecador sabe a lo menos que se extravía, y si peca con más conocimiento, por esto mismo es menos incorregible. Mas ¡cuál es, oh Dios mío, la desgracia de aquellos que se extravían sin conocer ni confesar sus extravíos! ¡Y cuanto es de temer que perseveren hasta la muerte en los caminos de la iniquidad!  

Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

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