sábado, 26 de marzo de 2016

MEDITACIÓN LXXXVII (27 DE MARZO)

MEDITACIÓN LXXXVII
(27 DE MARZO)  

Sobre la conciencia timorata comparada con la conciencia escrupulosa.  



Punto 1°.- La conciencia timorata consiste en un justo temor de ofender a Dios. Este temor es razonable puesto que la mayor desgracia que puede suceder a un hombre es incurrir en la desgracia de Dios; y es un temor necesario, pues es un freno que Dios nos da para retenernos en el deber. Y así, todo cristiano está obligado a tener una conciencia timorata, sin la cual se abandonará sin freno a la vanidad de sus deseos: y aún no basta, para ser un verdadero cristiano, el tener una conciencia timorata respecto de los pecados graves, sino que es necesario que tenga una conciencia delicada, es decir, una conciencia que se espante de los pecados más leves, que los evite en cuanto sea posible, y que se los reproche en cuanto ha tenido la desgracia de caer en ellos.   


Punto 2°.- La conciencia escrupulosa es la que se inquieta con exceso. Algunas veces se la confunde con la conciencia delicada: mas aquella va más lejos, y los mundanos afectan, sin razón, el tratar de almas débiles y escrupulosas a las que parecen viva y continuamente penetradas del temor de ofender a Dios; pero se engañan, puesto que ése temor, es por el contrario; el colmo de la sabiduría y sólo es vituperable cuando es llevado a un exceso de inquietud y de pusilanimidad injuriosa a la justicia y a la bondad del soberano Maestro. 


Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

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