miércoles, 1 de junio de 2016

MEDITACIÓN CLIV (2 DE JUNIO)



MEDITACIÓN CLIV
(2 DE JUNIO)

Sobre el deseo de agradar al mundo.




Punto 1°.- El mundo no merece las penas que se toman por agradarle. Aun cuando no pensáramos más que en agradar a un solo hombre en el mundo, por el deseo de adelantar y hacer nuestra fortuna, ¡a cuántas fatigas, asiduidades y penosas complacencias no tenemos que sujetarnos! ¿No es cierto que nos vemos obligados a estudiar sus gustos, sus inclinaciones y sus caprichos para conformarnos a ellos, y arreglarnos a su conducta, por desarreglada que sea? Dios mío, ¿y habrá algún hombre sobre la tierra que merezca semejantes sacrificios? No: Señor, sólo a vos son debidos, porque sólo vos sois digno de ellos, y porque vos sois el único dueño que podáis recompensarlos dignamente.

Punto 2°.- El mundo no está en estado de recompensar los trabajos que se toman por agradarle. Insensatos de nosotros, decían aquellos dos cortesanos de quienes habla San Agustín en el libro de sus Confesiones: nos olvidamos del Cielo para no pensar más que en la tierra; dejamos los bienes verdaderos para correr tras de una sombra; sufrimos mil penas, y mil disgustos por obtener unas recompensas frívolas, que el mundo hace esperar largo tiempo, que concede con dificultad, y que a veces quita rápidamente: tantos cuidados y tantos trabajos ¿No estarían mejor empleados en merecer las recompensas del cielo?   



Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

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